Niños. Todo parece una analogía infantil, familiar. Acabó un régimen y comenzó otro, esta vez democrático, pero régimen. Se olvidaron rencillas y se avanzó mucho pero sin control. Lo mismo pero distinto. La Transición era la construcción de un cortijo global bajo el paraguas de libertades y democracia adormilante.

Lo reconozco, soy cambiante pero no me siento culpable. El análisis es lo que tiene. Intentas humanizar la esperanza, hacerla absoluta, pero la humanizas y ves que nada es lo que parece y si lo es nunca lo puedes saber porque te cambian las reglas, te trilerizan. Podemos ilusionaba, lo han hecho bien pero da la impresión de que se estudiará en másters de comunicación más que políticos o económicos. Analogía familiar: estamos hartos de nuestro padre, llega el tío enrollado pero al final es lo mismo pero peor.

Podemos comete un error de bulto: pensar que la ciudadanía está madura para decidir. Pensar que un país se dirige desde el consenso y la participación. En un mundo ideal, sí. En un mundo donde las partes fueran válidas el método sería válido. No es el caso. Somos latinos. Seamos claros. Dejémonos de monsergas. Analogía familiar: los padres buscan lo mejor para los suyos pero no es dictatorial no dejar decidir a sus hijos pequeños o adolescentes. El consenso derivaría en caos. Si dejas que decidan elegirían libertad absoluta, comer dulces y no ir al colegio. Pues eso.




Leo las declaraciones del mal llamado pequeño Nicolás y mi capacidad de asombro, esa que parecía ya agotada, sigue vigente. ¿Un farsante o la extrema consecuencia de lo vivido los últimos 35 años? No sabes qué pensar pero una sensación me recorre el cuerpo: le veo expresarse en una entrevista televisada y piensas en si no te está vacilando o incluso en ese caso está muy por encima del nivel político del país.

Pero esa es la envoltura. El fondo, al que rara vez nos asomamos, es otro. Todo nos indigna pero ese circo que provocan los actos abusivos y delictivos nos entretiene, nos mantiene en modo tertulia y meme humorístico. Ya ni siquiera hay que vallar el Congreso. No hay que cortar el centro por manifestaciones multitudinarias. Sólo para celebrar triunfos de fútbol. Analogía familiar: la prole adolescente quiere abandonar el nido pero ve que es más cómodo aguantar a los padres. No les gusta que les manden pero en el fondo les compensa. Que me lo hagan todo, aunque pierda autonomía.

Reflexionas. Te das cuenta de que los que manejan el cotarro nos llevan al abismo. Te das cuenta de que si el pueblo tomara el control derivaría en algo peor o tendente a lo mismo, al menos aquí. Miramos al espejo y nos indignamos, es nuestro reflejo pero pensamos que está trucado. Sí, somos nosotros, somos humanos. Las soluciones políticas no sirven. Es leña inagotable para tomas y dacas, para ver tertulias y gritar en los bares, para indignarnos por x y no ver que hacemos x menos y. El sistema hace su trabajo. Queda un año para las elecciones pero igual ni hace falta. Los ciudadanos tan maduros quieren "cambio pero no mucho". Queremos igualdad, solidaridad, gestión eficaz pero que no toquen lo mío. Analogía familiar: mis padres son lo peor pero son mis padres. Mis tíos hippies molan pero sólo para los fines de semana.

Abandonad toda esperanza. Todo es reflejo del fondo social. Hay víctimas siempre. No se trata sólo de chorizos y honrados. Se trata a veces de si un honrado tiene la oportunidad de ser chorizo. Es fácil ser puro sin conocer los vicios. ¿Está madura la sociedad? La palabra ciudadano se tergiversa demasiado. Se necesita participación pero un control de los que saben hacer las cosas. No se trata de decisiones, se trata de acciones, al margen de ideologías. Podemos quiere que el pueblo sea la medida de todas las cosas, pero basan su éxito en el liderazgo, sin el cual saben que todo se derrumbaría. Sensaciones. Análisis. ¿Qué nos queda? Mucho que limpiar, un futuro negro. Me rindo.
Son muchas las veces que he viajado a Florencia pero siempre parece en cierto sentido que es la primera vez, tal es la capacidad de admiración turística de esta ciudad. No me puedo apenas imaginar lo que sienten los florentinos de pertenecer a la probablemente el destino más famoso y visitado del mundo. Bueno, más bien me hago una ligera idea: a lo largo de mis múltiples visitas me he dado cuenta de que el florentino mantiene una relación de amor odio con el turista. Viven en parte de ellos pero también son el foco de parte de sus frustraciones, anhelos de tranquilidad e incluso celos por tanta "intromisión". Florencia es como una mujer bellísima que por un lado se jacta de serlo pero por otro le molesta que continuamente la observen, la admiren y la deseen. Su bendición es también su maldición, ésa para mí es Florencia. Y el visitante asiduo como yo se debate entre la admiración de su belleza y el estupor de su en ocasiones caótico discurrir.


Me limitaré en este mi primer diario a describir esta visita, por lo que omitiré lugares que obviamente ya he visto y que el lector echará en falta en buena lógica, pero Florencia ya no es para mí un destino vacacional sino una especie de segunda casa y por tanto busco los rincones y lugares más frecuentados por lo florentinos, o lo que es lo mismo, más alejados de la masa turística.


Día 1


Es jueves, pleno octubre pero en Florencia parece temporada alta; está llena de turistas y el tiempo acompaña (lo hará a lo largo de toda la semana de estancia). Llego desde Pisa. Me acompaña un jubilado que me pide consejo sobre qué visitar y dónde comer: había recorrido media Italia pero aún no conocía la Toscana. Nos despedimos con la intención de quedar un día para unos vinos pero al final no fué posible.


Descanso y a tomar un vino a una vinoteca llamada Pitti Gola, llamada así por encontrarse justo enfrente del Palazzo Pitti. Es uno de los mejores sitios para degustar cocina típica toscana y sobre todo disfrutar de los mejores vinos italianos y franceses mientras escuchas su experta opinión. Probé un moscato D´Asti (vino blanco dulce), tan bueno que no pude por más que traerme una botella.


El hambre aprieta aunque son apenas las siete de la tarde. Menos mal porque los horarios italianos distan mucho de los españoles (se come sobre las 12:30h-13:00h y se cena sobre las 20h a más tardar). Florencia es cara para casi todo, incluido para comer, pero afortunadamente hay muchas opciones aparte de las osterías, trattorias y restaurantes con precios bastante altos: por ejemplo los pubs con buffet libre. No tiene nada que ver con el buffet libre que conocemos aquí. Son locales de ambiente moderno y nocturno donde con tu copa o cocktail puedes picar las veces que quieras de una gran variedad de arroces, pasta, pizza, verduras o tapas. Sólo pagas la copa que oscila entre los 6 y los 10 euros. Una gran opción para cenar (a partir de las 19h) y al mismo tiempo empezar la salida nocturna con una copa y buena música en un ambiente íntimo. En Florencia hay varios, aunque no en las zonas turísticas como podéis imaginar. No obstante os recomiendo El Moyo, muy cerca del río Arno y no lejos del Ponte Vecchio.


Día 2


Es viernes. Recorro una zona menos conocida de Florencia aunque con un valor artístico igualmente alto. Se trata del barrio de San Lorenzo, donde se llega caminando un poco desde la parte lateral del Duomo, por el lado contrario a la cúpula de Bruneleschi. Es un barrio lleno de interesantes monumentos como la Piazza San Marco con su iglesia de la Piazza della Annunziata y uno de los numerosos refectorios del Quattrocento.




También es zona universitaria por encontrarse numerosas universidades allí, aunque muchas ya se han trasladado a las afueras. Es un día ajetreado ya que hay huelga de estudiantes en protesta por los acuerdos de Bolonia.


Pero por lo que es más famoso el barrio de San Lorenzo es por su mercado del mismo nombre. Lo han restaurado hace poco y es el punto de encuentro de florentinos haciendo la compra y algún turista buscando delicatessen de la zona. Adentrándose entres sus carnicerías, pescaderías, cafés, floristerías y tiendas de productos típicos pulsas el verdadero ambiente de la ciudad olvidándote de los factores turísticos.


La mañana tocaba a su fin y tras la visita al mercado el hambre apremiaba. Me dirijo al restaurante posiblemente más barato de Florencia (sin perder calidad, se entiende). Casi desconocido para los turistas, es punto de reunión para los florentinos que tienen su hora de comer antes de volver a la oficina. Por tanto se ofrece menú del día de lunes a viernes a precios irrisorios (2 euros por plato) y degustando cocina toscana casera, ¡qué más se puede pedir! Si lo queréis encontrar deberéis cruzar el río al lado menos turístico, al barrio de Oltrarno (zona Piazza Santo Spirito), enfilar la Vía Serragli y en una bocacalle pequeña y sin salida llamada Ardiglione encontraréis esta joya llamada I Raddi.




Tras un verdadero banquete compuesto de entrante, papas al pomodoro (parecidas a las de España), carne y postre por 8 euros la tarde se echa encima y aprovecho el tiempo primaveral para dar una vuelta por el epicentro turístico de Florencia y alejarme de la tranquilidad del 'oltrarno' menos conocido. Deciros al respecto que Florencia es grande en extensión a pesar de tener unos 350.000 habitantes pero el centro más histórico y monumental se recorre en pocos minutos. Sin solución de continuidad y empezando por el Palazzo Pitti nos iremos encontrando camino del Duomo o catedral con el Ponte Vecchio, Piazza della Signoria (donde está el ayuntamiento) Piazza la Reppublica y el mercado del Porcellino (donde según la leyenda hay que tocarle el hocico y tirar una moneda para volver, aunque yo no lo he hecho). Por el recorrido nos encontraremos con las tiendas más lujosas pero también con los negocios más frecuentados por los florentinos, como la famosa librería Edison de Piazza la Reppublica donde puedes comprar o leer in situ un libro tomando un capuccino y un tentempié.


Día 3


El sábado se vuelve a presentar luminoso y primaveral. Es una jornada perfecta para visitar los alrededores de Florencia, siempre rodeada de verdes colinas llenas de viñedos, villas y bosques. Quizá la colina más famosa y con más riqueza natural y artística sea Fiesole. En lo alto se encuentra el pueblo al que da nombre y aún unos peldaños más arriba alcanzaremos un mirador con unas espectaculares vistas de la campiña toscana y de la ciudad de Florencia.


Bajamos por el otro lado de la colina hacia el pueblo de nuevo y nos encontramos con el origen de no sólo esta población sino de parte de la Toscana: se trata de los restos de tumbas etruscas y del asentamiento romano, que conserva casi la totalidad del teatro y algo de las termas.





Y es que el antiguo y próspero pueblo etrusco, invadido por los romanos cuando todavía no controlaban toda la península itálica y mucho menos el resto del mediterráneo, ocupaba todo lo que es hoy la Toscana y parte del Lazio y Emilia-Romagna. Los florentinos tienen gran apego por su identidad en parte porque se sienten más deudores de los etruscos que de los romanos; antes que italianos son florentinos y luego toscanos.


El sol se pone y bajamos de nuevo hacia Florencia por la empinada y curvada carretera que da directamente a las afueras de la ciudad. Porque Florencia y las colinas, aunque separadas, son en realidad una sola entidad.


Día 4


El día amanece algo nuboso pero no anuncia lluvia, por lo que decido como tenía planeado pasar el día en Siena, sin duda la otra joya de la Toscana. Siena se la podría definir como la Salamanca toscana: con apenas 65.000 habitantes, es después de Florencia la población con más riqueza artística de la región y cuna de una de las universidades más antiguas y prestigiosas de Italia.





Cojo un autobús, puesto que está cerca (dista de Florencia unos 80 kilómetros) y afortunadamente encuentro asiento, ya que allí el transporte suele ser caótico y muchos de los pasajeros con billete (que no son nunca numerados) se quedan fuera y deben esperar el siguiente autocar. Para ir pronto no he podido escoger uno de los pocos que va directo, sino la línea que hace diversas paradas en pueblos de la zona, por lo que un viaje rápido y cómodo en teoría se convierte en más de dos horas de curvas, paradas y trajinar de viajeros. No obstante, como en todo viaje, hay que encontrar el lado positivo de las cosas y dejarse llevar; nos sirve para admirar numerosos rincones de la más típica campiña toscana.


Pasando por uno de los primeros pueblos de recorrido, San Casciano, no puedo por menos de recordar un reciente libro que he leído de uno de los episodios más terribles de la historia criminal y que Florencia tiene algo enterrada: se trata del denominado 'monstruo de Florencia', que sembró el pánico en los años 70 y 80 matando a numerosas parejas por los alrededores de la ciudad, siendo San Casciano uno de los lugares protagonistas. Os recomiendo el libro, verdaderamente escalofriante, entre otras cosas porque aún no se ha descubierto al verdadero o verdaderos culpables.


Pero sigamos a lo nuestro: llegamos a Siena y el autocar nos deja directamente en el corazón monumental de la ciudad, si bien se puede recorrer toda ella en pocos minutos.


Lo primero que adviertes es la impresionante planta de la iglesia de San Domenico de Siena, que controla toda la ciudad desde la colina donde está construida. Enfilamos el camino por las empedradas y peatonales calles del centro histórico hacia el emblema de la ciudad, la Piazza del Campo, una de las plazas más famosas del mundo y única por dos cosas: su planta de caracol y ser sede de uno de los espectáculos más antiguos y espectaculares del mundo, el Palio, carrera de caballos donde se enfrentan los diferentes barrios de la ciudad o 'contradei'. Es actualmente punto neurálgico y de reunión para estudiantes y turistas.


En la misma plaza se encuentra el Palazzo Pubblico, del siglo XIII, desde cuya torre se divisan unas magníficas vistas de toda Siena y del bello paisaje que lo circunda. Eso sí, son diez euros por subir un sin fin de escalones y permanecer sólo quince minutos en lo alto.


Día 5 y 6


He decidido juntar ambos días ya que no realizo visita turística o excursión alguna. Como comentaba al principio del diario es ya una segunda ciudad para mí y tenía otros compromisos. Sí tuve tiempo de pasear más por las calles de Florencia, algo que me gusta hacer no sólo allí sino en toda ciudad que visito. Intento encontrar siempre un hueco y pasear sin rumbo, como si fuera un paisano, pulsando la verdadera vida diaria del lugar, aunque en Florencia es difícil porque por cada florentino que ves (le distingues por su porte y su elegante forma de vestir frente a las zapatillas de deporte, cámara en mano o bermudas del turista), hay diez visitantes.


Aunque Florencia hay muchas cosas mejorables desde el punto de vista estético y de cuidado de las calles, ha mejorado mucho en los últimos tiempos: se han peatonalizado varias calles, entre otras la que pasaba al lado del Duomo y que frecuentaban las líneas de autobuses urbanos, con la consiguiente capa negra que provocaba en el mármol de la catedral. Se ha restaurando y el mármol vuelve a brillar a la luz del sol o de los focos nocturnos.


Se ha inaugurado también recientemente una línea de tranvía que parte de la entrada principal de la estación de Santa Maria Novella y recorre parte de la ciudad hasta el pueblo cercano de Scandicci, además de nuevos autobuses ecológicos. No obstante, para recorrer el centro bastan tus pies y para visitar otros pueblos de la zona mejor alquilar un coche.


Llega el último día de estancia y el broche de oro no podrá ser mejor, siendo incluso el principal del viaje: la gira europea de Vasco Rossi que concluirá con cuatro conciertos en Florencia. Ya sé que a ninguno os dirá nada este nombre pero es el auténtico mito viviente de la música italiana y mi artista favorito.


Tras dos horas y media de impresionante concierto enfilo andando y agotado el camino a casa (el transporte público de noche no te da opción). Ha sido una semana intensa y con la sensación de que, a pesar de mis numerosas visitas a Florencia, siempre parece que voy por primera vez. Desde luego si vais por primera vez os aseguro que repetiréis en otra ocasión, o al menos deberíais, porque ni en varias vidas se descubre todo lo que ofrece esta ciudad.
Campiglia Marittima



El cuartel general de las vacaciones se trasladó a una casa rural cerca de Campiglia Marittima (Antico Borgo Casalappi, calidad precio excelente y de máxima tranquilidad), que a pesar de su nombre y como ocurre con Massa no es una población costera, sino que está a unos kilómetros de la costa. Desde ahí estamos de nuevo en un sitio privilegiado para en este caso hacer rutas más centradas en la costa y norte de Toscana.

Estamos en la provincia de Livorno. El primer objetivo es San Vincenzo, la población costera y playera más cercana a Campiglia. Se trata de un coqueto y tranquilo pueblo pescador reconvertido en destino turístico menos masivo que lugares como la cercana Follonica. Ideal para comer a orillas del mar y dar un paseo por sus pintorescas calles, además de tener una aceptable vida nocturna.




Desde San Vincenzo bajamos hacia el sur dirección Piombino, la capital de la zona y otro destino costero-turístico, pero en vez de coger la autopista dirección Grosseto, iremos por la carretera secundaria bordeando la costa y disfrutando de unas vistas de monte y mar increíbles para acceder al principal objetivo de la jornada: Populonia y su castillo dominando unas vistas del Golfo di Baratti, el mar con alucinantes tonos azules y verdosos, el parque natural que lo rodea y al fondo la Isola d´Elba. Una experiencia inolvidable las vistas, que nada tienen que envidiar a cualquier destino caribeño y comer o cenar de lujo en alguna trattoria u osteria de Populonia.






Cinque Terre

La última ruta del viaje recorre todo el norte costero de Toscana pero Cinque Terre no pertenece ya la región, sino a Liguria y cercano ya a Génova. Pertenece a la provincia de La Spezia y es uno de los destinos más famosos de Italia. Los cinco pueblos son: Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore.

El viaje desde Castiglione era largo por lo que esperamos a pernoctar en Pisa para ir, ya que está en esa dirección. Tanto desde Pisa como desde otro destino habitual de la zona como Florencia o Lucca, hay autovía dirección La Spezia-Génova (A-12) [/b]o bien la opción de carretera nacional, que discurre por el mismo camino pero que va cruzando todos los pueblos. Por la experiencia, es recomendable aunque sea de peaje coger la autovía, ya que por carretera normal no se puede pasar casi nunca durante todo el trayecto de 50, al estar cruzando continuamente núcleos urbanos, rotondas y zonas industriales, esto último debido a que pasaremos por las impresionantes montañas de Massa Carrara, donde se extrae el famoso mármol. En definitiva, que si por autovía tardas hora u hora y media, por la carretera se convierte en un pesado viaje de entre dos y tres horas.




Llegaremos a La Spezia y este pueblo casi costero marca el comienzo de la ruta Cinque Terre. Como su propio nombre indica son cinco pueblos entre montañas dedicados a la pesca y la agricultura (sus cultivos escalonados en terrazas sobre las laderas de las montañas, presentes desde hace mil años, se ven a lo largo de la ruta) y dominados por cinco santuarios góticos. Lo sinuoso del terreno y las posibilidades que tienen los cinco pueblos hace que se necesiten como mínimo un día entero o dos para recorrerlos, junto con rutas entre uno y otro más los santuarios, siendo recomendable las senderistas, en ferry o en el tren especial que te va parando en cada pueblo y cuyo billete es válido para toda la ruta. En coche preparaos para disfrutar y alucinar o cansarse a la vez de grandes pendientes, carretera al borde del aviso y estrechísima, curvas sin fin y unas vistas espectaculares que por momentos parecen sacadas más bien de parajes orientales tipo Vietnam.

En este caso no había ya tiempo, por lo que visitamos sólo dos de los cinco: Monterosso y Vernazza. El primero, el más occidental, ofrece las vistas desde promontoria Punta Mesco y la belleza del puerto, su pequeña playa, Villa Eugenio Montale y el Santuario Madonna, uno de los cinco citados. Ni que decir tiene que aquí también es obligado dejar el coche fuera de las poblaciones, ya que no hay salvo para los lugareños acceso al centro del pueblo y por el poco espacio quizá haya que caminar un poco desde el aparcamiento.

Al no poder seguir hacia delante por estar las paredes montañosas y el mar en medio, daremos media vuelta para coger el desvío, siempre entre montañas, hacia el siguiente en orden: Vernazza, con vistas similares y la coqueta iglesia de Santa Marguerita. Aprovechad, aquí o en cualquiera de las poblaciones, para degustar el famoso vino dulce de la zona: Sciacchedrá.

No había tiempo para más, las vacaciones tocaban a su fin pero si tenéis tiempo para hacer todo la ruta, sólo habría que ir bordeando montañas y seguir las indicaciones con los desvíos a las otras tres poblaciones que componen Cinque Terre.

Sólo quedaba, aunque ya bien conocida, un paseo por Pisa y la visita obligada al complejo compuesto por la torre, el baptisterio y la catedral, casi ya a las afueras de la ciudad.
Val d´Elsa



El siguiente objetivo fue Val D´Elsa, el más famoso y visitado junto al de Orcia. Si en mi opinión el Val D´Orcia destaca por su entorno natural, el de Elsa, siendo casi igual de bello, lo que más te impacta es la riqueza monumental y artística de sus pueblos, sobre todo Volterra y San Gimignano.

Nos dirigiremos dirección Siena-Arezzo, una vez más evitando carreteras principales. Puede parecer pesado cruzar tantas montañas y valles pero, repito, vale la pena hacer camino sin prisa, ir parando e imbuirse así verdaderamente de la región y de lo que ofrece, siempre claro que el GPS haga su trabajo, porque si no incluso con un buen mapa puede ser una odisea en ocasiones.

La primera parada es Volterra, sin duda la joya de la región y por supuesto la más visitada junto con San Gimignano. De por sí valdría la pena ya el camino. Prácticamente intacta desde el Medioevo, el tiempo parece haberse detenido allí. Dejamos como siempre el coche a las afueras y nos adentramos en sus empedradas calles. Lo primero que nos encontramos es la Piazza dei Priori y desde ahí iremos disfrutando de su tremenda oferta turísitica: Cattedrale, Battisterio (con un sistema que proyecta imágenes y montajes de vídeo en su cúpula) y desde ahí por Via Roma y Via Bueniparenti nos trasladamos más siglos atrás para contemplar el Teatro Romano (lugar de conciertos y teatro), Acropoli Etrusca justo al lado y el Parco E. Fiumi, parque de lo más bucólico y que alberga ruinas etruscas, si bien estaban cerradas al público.





Parecía que no nos podemos sorprender más que con Volterra pero San Gimignano lo consigue. Desde las colinas e increíbles parajes que rodean a la población, asoman ya tras las murallas las numerosas torres medievales que han hecho famosa a la población y que sin exagerar constituían un skyline único en la época. Entre estas torres y sus calles podremos disfrutar de numerosos palacios, museos y también, en su plaza principal, de una de las heladerías más famosas del país, premio al mejor helado del mundo varios años.




Continuamos ruta y nuestra próxima parada es Colle di Val D´Elsa, en pleno corazón del valle. Es un pueblo tranquilo, sin tanto turismo pero que merece la pena visitar por las vistas al valle y al río.

Seguimos adelante y finalizaremos la ruta en el último destino: Monteriggioni, un sitio único porque no se puede considerar ni pueblo. Dominando una colina, esta pequeña población de apenas una iglesia y cuatro calles está totalmente rodeada de una impresionante y casi intacta muralla medieval, formando una elipse. La vista de la muralla desde la carretera mientras te acercas es impresionante.




Volveremos a nuestro cuartel general dirección Grosseto y luego Follonica.
Reserva natural Marsiliana-Follonica




Tras ir al noreste desde Massa Marittina ahora abordamos el suroeste hacia la costa más cercana a esta localidad, que de hecho se ve desde los ya comentados miradores.


Nos dirigimos siempre dirección Follonica y pasamos por la Riserva Naturale Marsiliana, rica en humedales y que anuncia la cercanía del mar, el Golfo de Follonica. Esta localidad es el centro turístico de la zona, ciudad típica como tantas en España para turismo sobre todo familiar y ocio nocturno. No encontraremos aquí calles empedradas o monumentos sino bloques de apartamentos, playas privadas y una variada oferta de restaurantes y puestos ambulantes.





Desde Follonica nos dirigiremos al sur bordeando el golfo hasta llegar a Punta Ala, zona de turismo de lujo con bungalows, playas paradisíacas y zonas boscosas. Más hacia el sur vale la pena pararse en Castiglione della Pescaia, otro de los lugares más solicitados sobre todo por los mismos italianos para pasar las vacaciones.

Ruta Maremma-Saturnia

Desde Massa Marittima donde está el alojamiento nos dirigimos dirección Grosseto, la capital de la provincia toscana del mismo nombre. Durante todo el viaje es la única ciudad que visitaremos, aunque es de pequeño tamaño. Es una población acogedora, cerca del río Ombrone y del mar pero que no tiene grandes ofertas turísticas. Vale la pena no obstante darse un paseo por allí. Abandonamos Grosseto dirección sur (Roma) hacia Roma pero antes nos vendrá bien un bañito en una playa paradisíaca. Para ello aprovechamos el famoso Parco Naturale della Maremma, increíble reserva natural que fue hasta mediados de siglo una zona de proscritos y vaqueros italianos y visitaremos una de sus extensas playas. No hay tiempo para recorrerlo puesto que se necesitaría al menos una jornada y la mayor parte de él sólo puede ser recorrido a caballo, a pie o en bicicleta. El objetivo es la playa de Marina di Alberese, de fácil acceso por la autopista que cruza el parque por la mitad y cogiendo el desvío hacia esa población cruzaremos también de norte a sur la reserva y podremos llegar en coche hasta las puertas mismas de la playa, entre granjas de cría caballar y un bosque interminable. Es una playa extensa y de baño libre rodeada totalmente por el bosque y cerca de la desembocadura del río Ombrone.



Volvemos hacia la autopista dirección Roma, concretamente Albinia, pueblo que es llave para visitar el objetivo principal de la jornada, L´Isolotto, una casi isla unida a la península por dos estrechos brazos de tierra y que forma en el medio dos lagunas (Levante y Poniente). Justo un kilómetro antes del desvío a Albinia hay que estar atentos y coger a la derecha el desvío hacia Tómbolo della Giannella, uno de los brazos de tierra. Esta ruta increíble, con la laguna a un lado y el mar al otro, nos llevará a la casi isla, famosa por las torres de vigía medievales como la de Santa Liberata, sus montañas y sus calas y playas. Como no hay tiempo para recorrer toda la zona, nos centraremos en los dos primeros pueblos: Santa Liberata y sobre todo Porto Santo Stefano, lugar de atraque de yates de lujo y turismo de playa de calidad, además de ser puerto de conexión con la Isola Giglio, famosa por ser el lugar donde naufragó el Costa Concordia. Nada más llegar nos toparemos con el puerto y el paseo marítimo con unas impresionantes vistas de la bahía y con el Golfo di Talamonte a un lado.

Retornamos sobre nuestros pasos de nuevo hacia Albinia y en vez de continuar por la costa vamos hacia el interior en dirección a Manciano y Pitigliano, poblaciones típicas del interior toscano pero sólo una excusa para visitar la zona, repleta de ruinas y necrópolis etruscas como la de Pian di Palma y sobre todo termas como la de Saturnia, cercana a esta necrópolis y punto final de nuestra jornada. Valen la pena primero porque son totalmente naturales, formando una cascada escalonada, al aire libre y usada desde tiempos de los romanos; y segundo porque su entrada es gratuita y de acceso sencillo a pocos metros de la carretera que lleva a Semproniano. Sólo hay que aparcar y ponerse el bañador para disfrutar en medio de la naturaleza toscana y los ecos etruscos de un baño reparador y relajante.



Una recomendación, la zona de estas termas es muy sinuosa, por lo que lo mejor es volver por donde hemos venido aunque parezca que rodeamos y coger la autopista de vuelta a Grosseto y finalmente Massa Marittima.