"No hay condición tan baja que no tenga esperanzas, ni ninguna tan alta que no inspire temor." Lin Yutang.

Hace unos días fui a ver una película que no puede ser más oportuna. Se llama Viva la libertad y cuenta la historia del jefe de la oposición en Italia, un hombre serio pero sin carisma, que agobiado por la vida pública y la política desaparece para reflexionar y descansar. Su jefe de gabinete debe improvisar y se encuentra con que este político tiene un hermano gemelo susceptible de sustituirle, escritor de filosofía y brillante. El problema es que también es bipolar y está en tratamiento psiquiátrico, pero no les queda otra y lo sacan al ruedo político. Lo que iba a parecer un caos se convierte en la solución y la intención de voto del partido sube como la espuma. Ambos gemelos parecen haber nacido para vivir las vida de cada uno y no la propia. El político real es feliz en su retiro y encuentro con su vida y amor pasado y el "loco" da rienda suelta a su pasión y sabiduría y a su capacidad de transmitirla para despertar al electorado del letargo...

Imagen de Viva la libertà, con Toni Servillo

Por esas mismas fechas se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo con el resultado que todos sabéis. No ganó ningún filósofo bipolar pero sí ganó moralmente un profesor de Políticas llamado Pablo Iglesias que tiene en común con el gemelo de la película inculcar la pasión a más de un millón de ciudadanos, la esperanza de una salida, de al menos una posibilidad. Su partido, Podemos, que hace unos meses ni siquiera existía, es ahora alternativa al bipartidismo (por primera vez minoritario). En la última encuesta sobre intención de voto le colocaría como tercera fuerza política en las generales. El tiempo dirá si es un bluff o no porque, no nos engañemos, España y los españoles no se distinguen por su coherencia o continuidad. Los que le han votado no son en su mayoría perroflautas o peligrosos antisistema (tuvo muchos votos en todas las franjas e incluso en pueblos donde la mayoría son habitantes mayores de 50 años y en las antípodas de lo que sería el votante típico de un partido a la extrema de la izquierda). Esto va más allá de las ideologías y por eso, se esté de acuerdo o no con muchos o algunos de sus postulados, es un fenómeno no sólo a tener en cuenta sino a apoyarlo, no por lo que puede gobernar, sino por lo que puede destruir de una vez por todas. Yo igual, tras años sin votar, iré...

Y "casualmente", hace también unos días asistimos atónitos a la abdicación del Rey y el sospechoso aunque no sorprendente tufo a celeridad e improvisación por motivos que se me escapan. Y con ello la muy democrática y obligada sucesión. Pero son tantas cosas que es mejor ir por puntos, como el carné, y os demostraré una vez más como al final todo se oculta y relativiza para desde uno u otro bando no hacer nada o ser incoherentes:

- El Rey se va, ¿viva el Rey?: según las últimas y oportunas encuestas poco más de la mitad quieren seguir con la monarquía y el 36% votaría república. Desgraciadamente, aunque tipificado en la Constitución, no vamos a poder decidir y continuaremos con la monarquía y por tanto con una eterna transición. Será que no estamos preparados para ningún cambio. No obstante, la ceremonia parece que va a ser de lo más austera, casi clandestina en comparación con los boatos de la otra gran monarquía, del otro gran imperio que, al contrario que el español, fue y es aún: el británico. Ni siquiera va a estar el rey saliente. Vale, muy bien, coronemos a Felipe VI, pero ya que lo hacemos hagámoslo bien, como mandan los cánones y con todo ese rito tan espectacular y que "hace nación". Pues no, esto es España. Los que queremos decidir no podemos y los que les mola Felipe y les pone que Letizia consiga, siendo ex periodista, la gran exclusiva que es ser reina, tampoco quiera un derroche de medios y prefieren que sea todo rapidito y austero. Los súbditos británicos no dan crédito, los alemanes sí. Por cierto: Franco murió de viejo, Juan Carlos se va por decisión propia. Siempre queremos un cambio sólo cuando a los que exigimos ese cambio marcan paradójicamente cómo debe ser o simplemente llegan a su fin: lo hizo Franco, ahora Juan Carlos. Así somos. Monarquía hay en muchos países, sobre todo europeos, y curiosamente en los más desarrollados nórdicos (amén de paraísos fiscales como Mónaco y Luxemburgo). Allí no hay debate pero eso no significa que aquí, ni por historia ni por idiosincrasia, sea lo mejor. Ningún país de nuestras características tiene monarquía, aunque seamos -aún- el estado más antiguo de Europa.



- El fenómeno Podemos: era de cajón. Hasta el más lerdo sabía que no iban a tardar ni días en demonizarlos, sacar vídeos y fotos comprometidas, atacarlos y ridiculizarlos; que los del PPSOE, como para tantas cosas de "interés general", el suyo, iban a coincidir. Leña al mono, que nos quitan la merienda. Lo de Podemos entusiasma no por lo que ofrece sino por lo que supone. Como aideólogo que me considero no simpatizo con muchos de sus postulados (por cierto, para los ideólogos de izquierdas y de derechas, algunos de esos postulados muy cercanos o coincidentes con el partido de LePen por ejemplo), pero han sabido, con un plan que ellos mismos han reconocido, dinamitar el panorama político al menos por ahora y sentar las bases para algo nuevo. Pero hay un problema y ahí surge de nuevo, y no es por obsesión sino por lógica proposicional, el tema de lo idealista frente a lo pragmático. Y es que (o eso dicen) ya empieza a haber problemas en el ejercicio del poder interno y en el dilema entre democracia y liderazgo. Iglesias, por su formación, sabe mejor que nadie que el ejercicio del poder, a la hora de implementarlo, implica un nulo debate interno ya que para alcanzar ese poder y por tanto poder cambiar las cosas conlleva que lo que defienden de manera absoluta sea una quimera. Jamás en la historia se ha cambiado nada sin poder y sin un líder al que seguir. La gente pide democracia pero luego pide que se les lleve de la manita sin riesgos por el camino del progreso y la libertad. Se exige una cosa para el cambio pero la consecución del cambio exige no pocas veces lo contrario, ¿paradójico, no? Real. Si Podemos se enfanga en el continuo asamblearismo, será su fin. Es duro pero es así: lo que les hace diferentes y atractivos sería al final su puntilla. ¿Quienes les han votado están dispuestos a asumir lo que pueden traer? ¿Realmente queremos y asumimos lo que es un cambio de verdad? Pérez Reverte dice que el español es revolucionario de puñetazo en la barra del bar pero tras el calentón lo primero que hace es ver si le han quemado el coche. Cada uno deberá hacer su reflexión. En mi caso tengo "ventajas": no tengo familia a la que avergonzar, no tengo pareja con la que moderarme, no tengo hijos con los que debo ser conservador y egoísta, tengo amigos críticos y coherentes y no estrechos de miras con los que tengo que ser tribal y polite. Yo digo sí al cambio con todas consecuencias pero ¿y los que han votado o votarán a Podemos o cualquier otra alternativa a este sistema caduco? ¿Y los propios miembros del partido? Se verá pero si todo ello, mal o bien hecho, es para cambiar el estado de las cosas, me convence al menos en principio.

- El debate sobre democracia: lleva sobre la mesa estas semanas la gran obsesión: democracia, procesos democráticos, vías democráticas, democracia interna, democracia popular... Vi brevemente en la televisión algunos discursos prevotación sobre la sucesión a la Corona y daba vergüenza ajena: demagogos, con algunos argumentos certeros pero que perdían su valor bajo la intención partidista en que se esgrimían. Un circo de peperos con olor a naftalina, socialistas (si alguna vez lo han sido) perdidos, nacionalistas que van a lo suyo, ex terroristas e izquierdas utópicas. Veamos qué democracia tenemos: el ciudadano elige a sus representantes mediante una votación basada en una ley electoral tramposa. Dichos representantes no les elegimos directamente nosotros y además votarán siempre según la disciplina de unos partidos controlados por los poderes económicos y blindados por el aforamiento. Todo ellos bajo una constitución caduca y que se cumple cuando interesa. Y alrededor de ello la corrupta carcasa de la justicia politizada, Tribuna de Cuentas inoperante o miles de cargos públicos y asesorías innecesarias. Viva la democracia ¿o debo decir partitocracia u oligocracia?

¿Cómo cambiarlo? ¿Queremos un sistema participativo de forma absoluta? La democracia participativa es necesaria en España para romper lo establecido pero todos sabemos, aunque no nos atrevamos a decir, que la fase de hacer las cosas bien conlleva otras medidas, de la misma forma que al formar a un niño no se le deja al libre albedrío y para su futura libertad se le dirige adecuadamente bajo un sentido crítico pero disciplinario. Yo elijo mi destino si soy capaz de sostenerlo pero si no, debo ser guiado. Hacen falta medidas de democracia real pero como base para un gobierno posterior eficaz, lo demás son demagogias que ni nosotros nos creemos porque no aplicamos en nuestras vidas, para empezar. ¿Estamos dispuestos a un bien común en serio o sólo jugamos con conceptos bonitos mientras no nos salpiquen las consecuencias de ese cambio que tanto anhelábamos de boquilla? ¿Votaremos a Podemos por lo que dice o cómo lo dice pero luego seremos los más burgueses del cortijo? Quizá los que más defienden ciertas cosas son los primeros que se echarían atrás por el sacrificio que conlleva. Es fácil estar comprometido con tu puesto de profesional liberal, tu casa y tus ahorros, querer ganar más y vivir mejor con la tranquilidad de que tu ideología no corresponde con tu día a día y todo encaja para tu vida y tu imagen exterior. Al final ser liberal y practicarlo en ciertos aspectos es bueno como lucha contra un sistema que reparte como quiere, como ser comunista y practicarlo es bueno como lucha por curiosamente lo mismo. Son dos caras de la misma moneda, sabemos que es así pero el hombre vive para el posicionamiento y la tranquilidad de su burbuja social e ideológica, su inamovible pensamiento y nula evolución intelectual, la que le hace dormir plácidamente.

- Disposición final transitoria: España se enfrenta a un futuro incierto y negro o esperanzador a partes iguales. Estamos siempre en las mismas: el anhelo frente a los condicionamientos. Queremos un cambio pero sin perder o arriesgar. El cambio implica sacrificio pero nos han educado para ser dóciles o como máximo críticos pero conservadores. Miramos la historia sólo cuando y para lo que nos interesa, cuando no la manipulamos para justificarnos. Somos hijos de una revolución tecnológica y comunicativa que nos ha traído una saturación de información y provocado un paroxismo que cortocircuíta lo poco noble, ético o activo que pudiera quedar. La población está despertando pero siempre desde la barrera y la posición ideológica fija, sin escuchar al contrario y encontrar puntos en común. Los argumentos son siempre absolutos y llevan a la contradicción continua. Revolucionar un sistema no es destruir lo conseguido sino adaptarlo a las nuevas circunstancias pero con mano firme, sin demagogias ni fuego de artificio con el pasado siempre como referente o excusa. Implica cambiarlo todo de base, empezando por nosotros mismos. La quimera no es cambiar el sistema, la quimera es que cambiemos nosotros. Pero queda una esperanza: que alguien nos empuje a tirarnos y así poder empezar a nadar o a aprender a hacerlo.

Ojalá lo que se cuece llegue a algo pero mucho me temo que la condición humana se impondrá de nuevo. Educación, mentalidad, análisis lógico-crítico. Siempre lo he defendido aunque alejado de cualquier intención displicente porque soy el primero que reconozco mis contradicciones, debilidades, pero reconozcámoslo: hasta que no seamos capaces cambiar la mentalidad y dejarnos de chorradas bien pensantes no cambiará nada. Pedimos justicia pero defendemos lo indefendible por corporativismo de amistad, filiación, género, formación, consanguinidad...; queremos un cambio pero sin arriesgar nada, negamos la realidad de que la mejora conlleva medidas llamadas de izquierdas en algunos casos, liberales en otras, tecnócratas en otras y no una única vía; es estúpido pensar que somos tan dignos como individuos que no hay casos en que el bien común que reclamamos quizá no sea compatible con nuestra visión del mundo ni objetivos y que por tanto no podemos estar en misa y repicando, ser solidarios pero a mi familia que no le falte de nada, ser justos pero que a los míos ni se les toque, ser políticos cuando nos interesa y tribales cuando no...

España, como muchos otros lugares, se rompe y rasga. Lo que está ya ocurriendo y ocurrirá marcarán las próximas décadas y parece que no nos enteramos. La dialéctica histórica (desde que el hombre es hombre la historia de la Humanidad es un déjà vu continuo) sigue su curso y en nosotros está si de los rescoldos por fin construimos algo que merezca la pena o preferimos seguir en el vano intento de pretender nadar metiendo sólo el pie en el agua. Para cambiar el devenir hace falta tiempo y si estamos demasiado ocupados con nuestras vidas quizá es que realmente nuestras vidas y por ende todo lo que nos rodea nos vale. ¿Entonces?...