La justicia está en el punto de mira. Durante las últimas semanas ha sido la protagonista por diferentes casos: Marta del Castillo, Garzón, Urdangarin, Camps... Las tertulias echaban humo y tenían material para engordar egos y famelizar lógicas. 

El ser humano es un ser social y que tiende a la búsqueda de justicia. Lo lleva en su ADN, en su "programación" cerebral, pero esa justicia no parece aflorar de igual manera cuando entran otros condicionantes socio-morales, cuando lo que le ocurre a alguien no piensas que te vaya a ocurrir a ti (caso de un acto violento) o crees que si te ocurriera a ti te comportarías igual (caso de un acto de corrupción o apropiación). 

Al igual que en otros órdenes absolutos de la existencia, la justicia se ve de diferentes formas dependiendo de la cultura, ideología, estrato social, situación económica, cercanía del acto delictivo, causas o consecuencias de ese acto, reglas morales o éticas, etc. ¿Hay una justicia con mayúsculas absoluta y aplicable a todo indistintamente, a todos por igual y bajo cualquier circunstancia agravante o atenuante? 

La realidad es que bajo el paraguas de las leyes encorsetadas en unos derechos e igualdades mal entendidas y bajo la siempre cómoda atalaya del no legislar en caliente, el complejo de "sobrebuenrrollismo democrático", no se aplica la justicia que se debería. Como en muchos otros órdenes de la vida quizá también aquí tenemos la justicia que nos merecemos, ya que la aceptamos con sus luces y sombras (más sombras que luces), siempre analizando todo desde fuera y sin la perspectiva limpia de la lógica humana y social, no de los pilares de lo establecido y de lo supuestamente coherente (traducción: lo cómodo). 

La justicia es real, es posible, pero si aceptamos ciertas premisas que la mayoría no está preparada a aceptar, o se niega a aceptar, o no la interesa aceptar. En pleno ya siglo XXI tenemos suficientes herramientas y experiencia para establecer un tejido legal justo y eficaz. La ciencia y tecnología en sus diferentes vertientes permite ya distinguir a las personas propensas al delito de las que no, a construir por tanto una justicia preventiva que evitaría muchísimos delitos sobre todo de sangre, los verdaderamente irreparables. La neurología, la genética, las tecnologías de vigilancia, de prevención y de control y la informática están lo suficientemente desarrolladas para evitar gran parte de asesinatos, violaciones, actos terroristas, delitos fiscales, de corrupción, de influencias... 

Ah no, perdón, que eso deriva en un estado policial, totalitario, sin creencia en la reinserción, en un sistema orwelliano, en..., en... ¿En qué estaría yo pensando? Sigamos por tanto aguantando las chorradas dialécticas de políticos, jueces y tertulianos; la demagogia de gran parte de la opinión pública cómodamente sentada en su sofá tapizado de tranquilidad. Desde despachos de políticos corruptos, pisos de terroristas, asesinos, violadores o maltratadores en acto o potencia se oyen ecos de risas o pensamientos sólidos de que compensa el acto delictivo cuanto menos. ¿Suena duro? Entonces no se ha entendido nada, comienzo de nuevo: 

La justicia está en el punto de mira. Durante las últimas semanas...