La mal llamada democracia dictó sentencia, la misma una y otra vez. Pasé por Sol y sólo había rescoldos del 15M alrededor de una hoguera improvisada, con ya los rescoldos físicos de hojas y cartones que arrojaban con frustración. Siempre he dicho que la frustración mueve el mundo, siempre presente de una u otra manera en lo que se supone que hace mover la rueda humana: poder, dinero, amor... ¿Para qué han servido días y días de acampada, de gritos, debates y propuestas? ¿Dónde estaban el domingo noche? Jamás había visto el centro de Madrid tan desierto. Todos, vencedores y derrotados en sus papeles a cada lado del cuadrilátero, con unas cuerdas que delimitan la lona convertidas en muros infranqueables. Aquellos miles que otrora clamaban por un cambio de sistema siguieron contribuyendo a él "cívicamente".
Casi las tres cuartas partes de la ciudadanía votaron pastilla roja o azul, aunque poco importa en el fondo cuando tenemos una ley electoral hecha para el bipartidismo y la bisagra nacionalista. Partidos que necesitan el triple de votos para conseguir el mismo escaño; partidos nacionalistas que con tres veces menos votos que otro de carácter estatal obtienen grupo parlamentario propio; partidos que con una ley electoral equitativa tendrían más del doble de escaños de los conseguidos. Como veis no doy nombres, para qué. No ya porque sepáis de quiénes hablo, sino porque incluso si esto no fuera así daría igual, porque al final la estructura está construida para quien verdaderamente maneja esto sea el poder financiero.
Hace unos días hemos asistido a la caída de Berlusconi y la imposición de un gobierno de corte tecnócrata. Es sólo un paso más del devenir de esta crisis sistémica, de un proceso que parece no ha hecho más que empezar y no sabemos adónde conducirá. Tenemos precedentes de este tipo de crisis que se repiten cada x décadas con inquietantes similitudes en cuanto a consecuencias económicas, conflictos bélicos y restricciones en general.
No deja de ser paradójico que se critique por igual el tipo de democracia que tenemos y las alternativas como la tecnocracia. Una por defecto y la otra por exceso, tienen la excusa perfecta para que no se cambie nada, para que la gente no luche por nada. El factor humano al final prima: la ideología, el localismo, el interés propio, la mezcla en definitiva que hemos mamado a caballo entre lo judeo-cristiano y lo tribal.
Y es que si apenas ha cambiado nada por algo será. Todo se rige bajo los mismos parámetros y por tanto sólo queda la continua confrontación vana y la discusión estéril. Porque la cuestión no es qué hacer, sino cómo. Pero al final, en el fondo, eso no interesa, ni a los poderosos ni al pueblo llano, sencillamente porque se ha creado una maraña perfecta basada en algo casi infalible: casi todos tenemos algo que perder y a casi todos nos han educado para pasar el tamiz ideológico-tribal a todo.
Cambiar las cosas requiere sacrificio, solidaridad, pero también procesos y maneras de actuar que a muchos les pueden parecer radicales. Si no, será imposible que nada cambie; el bucle seguirá; los 'progres', fachas, nacionalistas, localistas... todos tendrán argumentos que esgrimir y todo será respetable y por tanto repercutirá en el resto. Serán las mismas discusiones, los mismos rituales, las mismas actitudes, las mismas esperanzas, los mismos vanos resultados. Porque la única realidad es que esto es insostenible; la única realidad es que un nuevo orden debería llegar, exigir que llegara, luchar porque llegara.
La única esperanza es construir desde cero, que gobiernen los mejores, que se eduque sí o sí a aquellos que siguen basando su vida en ideologías caducas e instituciones obsoletas, en intereses y costumbres incompatibles con una sociedad moderna y civilizada.
Comenzó un nuevo curso político y nada nuevo bajo el sol.
Casi las tres cuartas partes de la ciudadanía votaron pastilla roja o azul, aunque poco importa en el fondo cuando tenemos una ley electoral hecha para el bipartidismo y la bisagra nacionalista. Partidos que necesitan el triple de votos para conseguir el mismo escaño; partidos nacionalistas que con tres veces menos votos que otro de carácter estatal obtienen grupo parlamentario propio; partidos que con una ley electoral equitativa tendrían más del doble de escaños de los conseguidos. Como veis no doy nombres, para qué. No ya porque sepáis de quiénes hablo, sino porque incluso si esto no fuera así daría igual, porque al final la estructura está construida para quien verdaderamente maneja esto sea el poder financiero.
Hace unos días hemos asistido a la caída de Berlusconi y la imposición de un gobierno de corte tecnócrata. Es sólo un paso más del devenir de esta crisis sistémica, de un proceso que parece no ha hecho más que empezar y no sabemos adónde conducirá. Tenemos precedentes de este tipo de crisis que se repiten cada x décadas con inquietantes similitudes en cuanto a consecuencias económicas, conflictos bélicos y restricciones en general.
No deja de ser paradójico que se critique por igual el tipo de democracia que tenemos y las alternativas como la tecnocracia. Una por defecto y la otra por exceso, tienen la excusa perfecta para que no se cambie nada, para que la gente no luche por nada. El factor humano al final prima: la ideología, el localismo, el interés propio, la mezcla en definitiva que hemos mamado a caballo entre lo judeo-cristiano y lo tribal.
Y es que si apenas ha cambiado nada por algo será. Todo se rige bajo los mismos parámetros y por tanto sólo queda la continua confrontación vana y la discusión estéril. Porque la cuestión no es qué hacer, sino cómo. Pero al final, en el fondo, eso no interesa, ni a los poderosos ni al pueblo llano, sencillamente porque se ha creado una maraña perfecta basada en algo casi infalible: casi todos tenemos algo que perder y a casi todos nos han educado para pasar el tamiz ideológico-tribal a todo.
Cambiar las cosas requiere sacrificio, solidaridad, pero también procesos y maneras de actuar que a muchos les pueden parecer radicales. Si no, será imposible que nada cambie; el bucle seguirá; los 'progres', fachas, nacionalistas, localistas... todos tendrán argumentos que esgrimir y todo será respetable y por tanto repercutirá en el resto. Serán las mismas discusiones, los mismos rituales, las mismas actitudes, las mismas esperanzas, los mismos vanos resultados. Porque la única realidad es que esto es insostenible; la única realidad es que un nuevo orden debería llegar, exigir que llegara, luchar porque llegara.
La única esperanza es construir desde cero, que gobiernen los mejores, que se eduque sí o sí a aquellos que siguen basando su vida en ideologías caducas e instituciones obsoletas, en intereses y costumbres incompatibles con una sociedad moderna y civilizada.
Comenzó un nuevo curso político y nada nuevo bajo el sol.