Despedimos el 2010 en apenas unas horas y en un ejercicio de originalidad toca hacer balance y al mismo tiempo vislumbrar lo que nos deparará el 2011 y qué hacer para evitarlo...

No sólo se nos va un año sino una década: la primera de un siglo que auguraba grandes cosas y que poco a poco está tornando en una época oscura que probablemente marcará un punto de inflexión en el devenir humano. La incógnita es si será un punto de impulso o de retroceso.

2010 pasaría a la historia como un año de crisis si no fuera porque el año anterior también lo fue, y es más, el que casi abrazamos ya va camino de lo mismo. Apenas nos damos cuenta de que nos hemos acostumbrado a esta situación a tenor de la escasa o casi nula respuesta de la opinión pública, más allá de los cauces y tonos habituales. Las crisis sistémicas, como es ésta que nos ocupa, no son "baches" que se sortean o se pasan por encima y listo. Son el final de un camino que te obliga a saltar al vacío o dar la vuelta. ¿Qué haremos?...

Por ahora parece que esperar, tanto víctimas como verdugos. Una guerra fría que cada vez se calienta más; un modelo que parecía insumergible pero que se ha topado con un iceberg que sólo muestra por encima de la superficie una parte de todo su volumen.

El 2010 no ha hecho sino confirmar un secreto a voces. En vez de abandonar el barco para salvarnos seguimos achicando el agua. Los errores y abusos de unos pocos lo pagan los demás y sin rechistar por ahora: impuestos, recortes, jubilación más tardía, economías intervenidas, llamamiento a "arrimar el hombro". La tripulación y los camarotes de primera quieren salvar el culo a costa del pasaje de segunda y tercera. Todavía creen que la nave es salvable y lo que es peor, los que van a ser sacrificados también.

Muchos analistas ya advierten de que el proceso sigue su curso, imparable, y que tarde o temprano hasta los más dóciles darán un golpe en la mesa y se echarán a la calle (está ocurriendo ya en Reino Unido, Francia o Italia pero aún son sólo ligeros arañazos). No obstante, a tenor de lo que se ve tecleando "lo que nos depara 2011" en Google, no parece haber demasiada preocupación: tendencias de moda, horóscopos chinos, novedades en consolas y series de televisión...

Todo apunta a que 2011 será más de lo mismo. El proceso es lento pero seguro, acostumbrándote poco a poco a algo que anteriormente no veías normal. Ninguna hecatombe se cierne sobre nosotros y como los hidalgos de las novelas de caballería podemos seguir alzando nuestro porte obviando cualquier atisbo de decadencia.

En definitiva, un sistema que toca a su fin, pero ¿en todo el planeta? Hay una denominación llamada BRIC, que engloba a casi la mitad de la población mundial (Brasil, Rusia, India y China) a los que les ha llegado su momento tras una "era europea" que ha dominado el devenir mundial desde el Imperio Romano. Que sea un sistema imperfecto no significa que sea malo, al menos para crecer sin pensar en el mañana. Nosotros lo hicimos; ellos reclaman ahora su derecho y lo están haciendo con ahínco y esmero.

El mundo occidental, o mejor dicho el europeo, ya que los principales países desarrollados fuera de Europa no son otra cosa que antiguas colonias, sigue por tanto sirviendo de modelo. No obstante ya no seremos los protagonistas. Mientras vemos prosperar a los otrora parias nos consolaremos viendo que nuestro modelo aún está vivo. Lo malo es que es insostenible para todo el planeta. Es un juego en el que para que uno gane el otro debe perder... Las cumbres climáticas no hacen sino confirmarlo.

¿Será demasiado tarde para rectificar? No, sólo habría que modificar unas pocas cosillas sin importancia, a lo que no parecen estar dispuestos ni nuestros políticos ni nosotros mismos:

1º Un radical cambio de modelo educativo: una sociedad sin la adecuada educación tiene un cáncer terminal. Sin la base educativa no hay posibilidad ni de plantearse el resto. Con ella, se podría abordar

2º un no menos radical cambio de modelo político, basado en el gobierno de los mejores. Conseguido el marco político se podría abordar

3º una limpia total de la corrupción, estupidez e ineficacia en todos los órdenes (legistlativo, judicial, social...). Conseguido esto se podría abordar al fin

4º la instauración de un sistema basado en la justicia, la efectividad tecnológica y la realización humana.

No es tan difícil. Sólo habría que dejar de inyectar pasividad en vena y liquidez a bancos y Freddie Maes de turno.

La encrucijada está servida. Las murallas están asaltadas mientras seguimos tomando el té en nuestros aposentos.

Pero dejemos ya el 2010. Miremos al futuro y como apuntaba al principio hablaría de lo que nos puede deparar el 2011: será mucho más breve porque me temo que más de lo mismo. No obstante querer es poder y aunque predique en el desierto quiero empezar el nuevo año quedándome a gusto, así que ahí van mis recomendaciones para capear el temporal, prepararse para el futuro y de paso ser más feliz incluso:

- No te importe el qué dirán ni hagas caso a lo que dice y hace la mayoría. Rema contracorriente y acertarás.

- Trabaja para vivir y no vivas para trabajar. Intenta trabajar en lo que te gusta y si no lo sabes prepárate bien, especialízate o emprende. En cualquiera de los casos, se acabó el estado de bienestar, amigo.

- Huye del crédito y si tienes alguno deshazte de él, especialmente hipotecas. Paga sólo por lo necesario y al contado. Y es que más te valdrá tener movilidad porque te dará la libertad para decidir cómo y dónde vivir, sin depender de un guión establecido que luego puede no ser la última versión.

- Convierte todo lo que puedas en activos, en dinero contante y sonante. ¿Para qué quieres la casa llena de aparatos, dvds, cds, ropa de marca, etc?. Todo está digitalizado y gratis sin ni siquiera tener que descargártelo ilegalmente. No te lo doy mascado, está todo en internet. Encima la revolución cibernética y la propia crisis ha traído toda una oferta outlet, de segunda mano e incluso trueque. ¿Y qué pasa con los que venden, con la oferta, con la vieja regla de fomentar el consumo? Si es que aún no lo ves...

- Vive en definitiva dentro de tus posibilidades. No significa malvivir, al contrario: con los puntos anteriores habrás conseguido el efectivo y la forma de vida adecuada para disfrutar de verdad de las pequeñas grandes cosas, prosperar de verdad y quitarte preocupaciones.

- Enseña a tu familia y allegados estas pautas y poco a poco se logrará un cambio paulatino desde abajo. Si no quieren, no hace falta romper con ellos pero mantén las distancias.

Con todas estas decisiones ya verás como tendrás más tiempo libre, dinero y en el peor de los casos armas para capear el temporal. Vamos, que serás más feliz aunque te dé miedo serlo o pienses que no te lo puedes permitir; de paso pondrás tu granito de arena para que esto empiece a carburar como es debido.

Pueden parecer pautas de locos y desde luego lo son si lo enmarcamos en la coyuntura que hemos vivido desde la Revolución Industrial. Pero el juego ha cambiado y con ello las reglas y las fichas. Bueno, llamadme aguafiestas, aunque creo que ya sería un logro tal denominación en vez de la total indiferencia. Por mi parte ya me estoy aplicando el cuento.

2010 nos abandona y tanto los que ganan en esta timba planetaria como los que pierden o sobreviven, por causas muy distintas, le despedirán con alivio. El 2011 podrá ser mejor o peor pero nunca bueno porque en el peor de los casos todo seguirá igual, esperando una lenta decadencia, y en el mejor la sociedad despertará y se dará cuenta de lo que hay que acometer; entonces el 2010 nos habrá parecido un paraíso.

¿Despertamos?...

Ah, Feliz 2011.
Esta semana se reunieron en Caixa Fórum Madrid varios periodistas para hablar del fenómeno Wikileaks. Entre ellos estaba Javier Moreno, director de El País, el único rotativo español que posee la exclusividad de los documentos filtrados a la web fundada por Julian Assange; los otros afortunados medios son The Guardian (Reino Unido), New York Times (Estados Unidos), Le Monde (Francia) y Der Spiegel (Alemania).



El evento reflejó perfectamente la situación creada y los diferentes posicionamientos y actitudes. Un debate que prometía ser un máster en periodismo comprometido y comprometedor acabó siendo un ejercicio de autobombo, displicencia y cautela. Los periodistas congregados hicieron de políticos y el público asistente de periodistas más que vehementes. Tanto que algunas de las punzantes preguntas quedaron sin respuesta ante la pasividad de los ponentes.

No obstante sí reconocieron que Assange ha revolucionado el panorama informativo, con toda la carga de responsabilidad que ello conlleva. Reconocieron incluso que "es una vergüenza para la prensa que Wikileaks desde su fundación en 2006 haya sacado a la luz más exclusivas que todos los medios juntos en los últimos treinta años". Es más, reconocieron también que el periodismo debe de volver a ser "menos negocio y más servicio público". Bellas palabras que a lo largo de la charla se las llevó el viento.

Nos enteramos para empezar que El País, al igual que Le Monde, no fueron elegidos en principio para la gloria. Javier Moreno admitió que fueron ellos los que buscaron a Wikileaks y que tras unas conversaciones llegaron al acuerdo de fijar una agenda de publicación de parte de los 250.000 documentos que componen los Papeles del Departamento de Estado. Ha sido la última filtración de una sociedad que acumula ya 1,2 millones de documentos comprometedores, desde un manual de procedimiento militar de la base de Guantámo hasta fotos y correos personales de Sarah Palin. Sus fuentes: al parecer mayoritariamente funcionarios, militares y empleados.

Pero esto no es nuevo en realidad. Wikileaks lleva dando guerra desde 2007. Los Papeles del Departamento de Estado es el último pero más mediático misil a la línea de flotación diplomática y política. Su objetivo y misión son claros: todos los secretos, a todo el mundo.

Con todos estos antecedentes es hasta cierto punto lógico el revuelo provocado y la ilusión generada, máxime en estos tiempos convulsos y de cambio. Para muchos era la "revelación" esperada y Julian Assange el mesías largo tiempo anhelado. En parte se respiraba ese ambiente en Caixa Fórum y las incisivas preguntas lanzadas por alguno de los asistentes no hicieron sino confirmar esa impresión. La gente ve en este renacimiento del periodismo de investigación una vasta trinchera desde donde lanzar una ofensiva que pocos en realidad sabrían por qué, cómo y dónde iniciarla. Somos hijos de una época acomodada y protagonistas de otra diametralmente opuesta. Queremos cambios pero desde nuestro sofá y con una buena conexión de ADSL. ¿Será Julian Assange el camino o sólo un punto de partida a seguir? El tiempo lo dirá.

Mientras tanto a un lado unos medios de comunicación y unos periodistas contentos pero cautos, señal muy elocuente de la fe en las ventas y de la incertidumbre en las consecuencias. Tanto que el director de El País llegó a afirmar que en toda esa maraña de documentos oficiales y secretos no íbamos a encontrar grandes pelotazos informativos y que de hecho lo más significativo ya había sido publicado. Al otro lado los gobiernos y grandes corporaciones esperando que pase esta tormenta y la opinión pública esperando todo lo contrario. ¿Hacia qué lado basculará la prensa? Su "nadar y guardar la ropa" e incluso sus atronadores silencios durante el turno de preguntas me hace sospechar...

La crisis económica sistémica que padecemos necesita proyectos como Wikileaks y personas como Julian Assange o quizá sean sólo fruto de la propia crisis. No lo creo. El propio Assange ha reconocido que el objetivo final de esta cruzada no es en sí la revelación de secretos sino conseguir a largo plazo "un cambio radical y generalizado en la sociedad". A través de esta transparencia informativa pretende trasformarlo todo desde arriba. El secretismo es la base de la dominación y la corrupción, convirtiéndose en el buque insignia de la acción política (en Estados Unidos se generan diariamente veinte millones de documentos secretos, como señaló uno de los contertulios). Los intereses geoestratégicos, energéticos y económicos sientan a la mesa a los gobiernos y corporaciones más poderosos. El banquete es diario.

Las cartas están sobre la mesa. La partida ya ha empezado y son varios los jugadores. Estamos en el principio y no sabemos aún quién tiene las mejores cartas o si hay ases guardados en la manga. Por ahora Assange ha podido superar el momento crítico de su encarcelamiento, ha conseguido zafarse de una melé creada sin disimulo para cercenar el alma de Wikileaks y desviar la atención. Un clásico. Una jugada tantas veces vista, con cartas simples pero eficaces. El poder no tiene imaginación porque no le hace falta, tienen el poder. Ahora está por ver si Julian Assange, sus colaboradores, donantes y simpatizantes (algunos de ellos artífices directos de su liberación con el pago de la fianza) tienen la capacidad e intención de continuar con el órdago.

Las premisas son alentadoras, no ya para seguir disfrutando de ese periodismo cada vez más en desuso y que seguirá alimentando en los próximos meses más o menos sesudos debates. Lo que falta ahora es una implicación social: los documentos están ahí, tú eliges si los lees mascados o te conviertes en uno más de los periodistas que están desgranando cada documento, sacas tus conclusiones, te quitas el polvo acumulado y te unes a en mi opinión el tan necesario objetivo de cambiar radicalmente la sociedad como pretende Assange.

Con sus luces y sus sombras el alma mater de Wikileaks se ha postulado como el primero que da un golpe en la mesa de la crisis y muestra una forma de acción para alcanzar un fin; alguien que propone algo dando las bases, proporcionando material e indicando un camino a seguir; alguien que está sacando partido de una nueva forma de rebeldía, hecha de unos y ceros, que nos está invitando a usar la revolución tecnológica que estamos viviendo para hacer algo útil, para volver a la senda del compromiso y evitar la paulatina narcotización social. Veremos si el medio cibernético es ese gran aliado o se convierte con el tiempo en tormenta que haga naufragar el proyecto. Puede ser la llave que abra el resto de puertas o la maza que las tire abajo. El factor tiempo y el factor humano dirá. La conferencia de Caixa Fórum decepcionó y la decepción es una de las semillas de la acción.

Mientras, los que sí están haciendo su trabajo son los servidores operando desde un búnker antinuclear de Estocolmo. La verdad saliendo a la superficie. Da para muchas metáforas y literatura, para muchos titulares y curiosidades. Espero fervientemente que no quede todo en eso. Espero que la pluma gane a la espada.
Tendemos a un pensamiento general, aunque presumamos más que nunca de no dejarnos influenciar por nadie y de tener más criterio personal que nunca. Hoy en día es fácil acceder a todo tipo de información pero la mayor parte está incompleta, sesgada o manipulada. Sin embargo el resto de la información digamos pura, el lado matemático de los hechos, la estadística, está ahí, al alcance de cualquiera decidido a SABER de verdad.

Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner publicaron hace unos años lo que se convertiría en un fenómeno editorial: Freakonomics. Un catedrático de economía y un periodista quisieron dar otra perspectiva a la micro y macro economía basándose en estudios estadísticos, la sociología y el comportamiento humano en situaciones cotidianas. Muchas de sus conclusiones daban la vuelta a la ciertos postulados dados como categóricos buscando un análisis alternativo alejado de lo políticamente correcto.



Pero como hay cosas inmutables en el comportamiento económico (como el de que si algo funciona mejor no cambiarlo y aprovechar todo el filón) ambos autores se lanzaron a escribir una segunda parte, sin arriesgar tampoco en el título lógicamente. Superfreakonomics ha vuelto a dar en la diana comercial pero se le perdona por su clara vocación didáctica para ver la otra cara de la realidad, la verdadera.


Portada del libro


¿Qué les hace diferentes a estos libros? Su claro afán de provocar, para empezar. Pero provocar es fácil; lo que no es fácil es hacerlo mediante hechos y datos contrastables que muestran una realidad de la que no nos hablan. Pero no pataleemos, amigos, porque también depende de nosotros. Al igual que han hecho Levitt y Dubner, las estadísticas están ahí, al alcance de todos, gentileza de una revolución informativa e informática donde cada uno puede jugar a ser un Woodward y Bernstein sin necesidad de ninguna 'garganta profunda'.


Superfreakonomics analiza las mentiras y verdades de unos postulados sociales y económicos que damos como inmutables. Da un repaso a temas micro y macro, diseccionando mediante estudios estadísticos e investigaciones de campo cuestiones aparentemente periféricas o inconexas: el tráfico de Nueva York antes del automóvil, la prostitución en Chicago, las costumbres higiénicas de los médicos del siglo XIX, la determinada concentración de fechas de nacimiento...

El libro pretende ser freak, sin duda, pero su extravangancia a la hora de presentar ciertos hechos se basa paradójicamante en estudios exhaustivos y no en conjeturas, lo que significa que quizá lo extravagante sea la manera imperante en que se analizan ciertas situaciones y se muestran soluciones.

Superfreakonomics tiene una clara vocación de querer arreglar el mundo, ambiciosa pero posible, máxime si como hacen ellos se recompilaran y analizaran los millones de datos disponibles sin tapujos ni tamices. Los números están ahí; las soluciones también. Sin embargo, con la política hemos topado.

Afortunadamente el criterio personal aún está intacto, al menos en algunos, por lo que merece la pena sorprenderse leyendo cómo en 1900 un peatón neoyorquino tenía más posibilidades de tener un accidente de tráfico que ahora, cómo actos tan simples como lavarse las manos supuso una de las mayores revoluciones, cómo los animales rumiantes acaban también con el planeta o cómo el dióxido de azufre podría ser una solución en vez de parte del problema... En definitiva, una larga lista de hechos que nos hacen ver que los problemas se repiten a lo largo de la historia debido a nuestras costumbres, nuestra dejadez, nuestra estupidez o todas a la vez. Que la vida real se compone de toda la escala de grises y no de blanco o negro.

Y así decenas de casos que ponen de manifiesto, como decía una mítica serie norteamericana, que "la verdad está ahí fuera", o mejor dicho en los números, en los innumerables estudios, investigaciones y decisiones lógicas que unos pocos tomaron en beneficio de la mayoría. El libro invita a pensar con criterio y darse cuenta de que las soluciones son más sencillas de lo que parece.


Somos un homo economicus inevitable e incurable, como los chimpancés del epílogo demuestran en un impresionante experimento que realizó el economista americano de origen chino Keith Chen. Sin embargo Levitt y Dubner demuestran cómo con sentido común y dejando atrás los convencionalismos se podrían poner fin de manera eficaz y barata a la mayor parte de nuestros problemas. Ahora bien, es una lucha titánica. La inmensa mayoría de ellos los hemos provocado nosotros porque, en el fondo, estamos más cerca de los monos de Chen de lo que nos podemos imaginar.
No es que no tenga temas preparados para tratar ni vagancia en escribir. Espero próximamente incluir entradas con más asiduidad y temas más variados. Sin embargo hoy, día de puente, otoñal, me gustaría hablar, traicionando un poco el título de la entrada, de música, de esos momentos que ponen banda sonora a nuestra vida. No obstante no lo voy a traicionar tanto; seré breve, porque la música es la protagonista.


Enmarcádolo en la temática de este blog, habría muchas melodías que serían dignas de una civilización avanzada. Es más, si alguien de fuera escuchara tantos y tantos fragmentos de verdadera inspiración, belleza y sensibilidad humana que existen, ni se le pasaría por la cabeza cómo en realidad vivimos, pensamos y nos comportamos, lo que hacemos y nos hacen, lo que dañamos o detruímos. Se imaginarían el mejor de los mundos.


Si tuviera que elegir, al margen de determinadas canciones, fragmentos de ópera, sinfonías o concierto clásicos, sin duda me quedaría con las bandas sonoras del para mí el más grande compositor de cine, Ennio Morricone.


Poneos cómodos, subid el volumen y cerrad los ojos. Creo que cuando este planeta muera, si tuviera voz elegiría en su funeral esto:

Fragmento de la banda sonora de 'La Misión'
Como podéis observar he cambiado el diseño del blog y añadido algunos elementos útiles como las etiquetas para facilitar la búsqueda de entradas por temática y las veces que han aparecido en ellas en virtud del tamaño y color de letra expuesto. Vamos, que a más grande, más veces me he ocupado de la etiqueta.


El resto del blog mantiene su espíritu y contenido: seguiremos hablando de todo lo referente a la mejora social, científica y tecnológica y defendiendo un modelo de civilización que está a nuestro alcance, cerca potencialmente pero lejos aún; y en la barra lateral podréis acceder con facilidad a los post anteriores, a mis blogs de cabecera, a otras webs destacadas y la página del blog en Facebook.


Espero que os guste el nuevo diseño, donde he procurado aunar sencillez, elegancia y facilidad de lectura. Un marco creo idóneo para continuar buscando respuestas y defendiendo ideas.


Espero que os siga gustando, me leáis y sobre todo participéis; es el primer paso para cambiar el estado de las cosas.
El otro día tuve la oportunidad de ver en un programa de televisión un debate muy interesate: a un lado una madre que educaba a sus hijos en casa; al otro una directora de colegio que exigía que los niños acudieran al centro y se educaran bajo el sistema imperante; y en medio un debate encendido, como no podía ser de otra manera. Recordé entonces mi periplo por el colegio: cómo aprendí a madrugar, a realizar actividades y deberes absurdos y repetitivos, a respetar una jerarquía con olor a naftalina, a retener datos y conocimientos inútiles para la vida y fomentar valores muy útiles para la misma aunque equivocados.


Se ha hablado en otras ocasiones de educación en este foro, ya que es un pilar básico en todos los ámbitos, aunque para mí desde un punto de vista muy alejado del que se escucha normalmente. Está demostrado que los primeros años del niño marcarán el resto de su vida moral, social e intelectualmente. Sus capacidades y personalidad, los dos raíles que dirigirán su periplo, se desarrollan mayoritariamente en este periodo. Sin embargo, como en tantos ámbitos, por desinformación o desinterés, por dejadez o ignorancia, las personas -en este caso los padres- se dejan llevar por el sectarismo social y lo establecido sin pararse a pensar que están poniendo los cimientos para que todo siga igual, puesto que sus futuros actores serán fruto de los errores actuales.


Me reitero en la certeza de que en la mayoría de las veces el ir contracorriente es la mejor opción, que la mejor manera de acertar es hacer lo contrario de la mayoría, tal y como están las cosas. Pues bien, vayamos al grano:


En España hay actualmente unas 2.000 familias que educan en casa a sus hijos, muy lejos de países como Estados Unidos, donde dos millones de niños se forman en el hogar al margen del sistema habitual, o en otros como Reino Unido, Francia y Canadá. Mientras que en estos países está perfectamente regulado, en España hay una laguna legal que sin embargo no prohíbe esta opción. Hay sentencias al respecto y el único requisito es realizar periódicamente una evaluación en algún centro perteneciente a la red educativa española. No obstante, desde la ALE o Asociación por la Libre Educación, pretenden conseguir que esta decisión tenga la misma legalidad que los estados mencionados. De todas formas la misma Constitución Española es clara al respecto y reconoce en su artículo 27 la libertad de enseñanza.


Esta alernativa forma de educación sigue por tanto siendo marginal en España, cuando no desconocida e incluso mal vista. O estas con el sistema o estás contra él y el no dejar que tus hijos abracen la de-formación supone una especie de afrenta, como aquél que duda de repente de la secta que le ha "acogido".


La AFE, en su blog corporativo, lo dice tan claramente que lo suscribo palabra por palabra:


"Me pregunto si queremos que vivan su infancia y juventud a golpe de timbre, limitados por el calendario y el horario; si queremos que pasen los días haciendo lo que otras personas les dicen que deben hacer; si queremos que sean obligados a dedicar su tiempo a asuntos que quizás no les interesan; si queremos que sus formas de ver, pensar y sentir sean sustituidas por las de sus profesores o las de sus compañeros; si queremos que tengan que pedir permiso para hablar, levantarse, beber agua o ir al baño; si queremos que estudien cuando les dicen que estudien, que jueguen cuando les dicen que jueguen y que coman cuando les dicen que coman; si queremos que pasen sus años encerrados en una clase con otros veintitantos niños de su misma edad preparándose para el futuro, para ser algo en la vida y para tener un lugar en el mundo".

Amén, añadiría.

Educarse al margen de los cauces habituales no es renunciar a la socialización, como argumentan espúreamente algunos. Es lógico por otra parte que se sientan incómodos e intenten atacar los flancos de siempre. Es estúpido pensar que estos niños están encerrados en una jaula de oro y que acabarán siendo "bichos raros".

El fracaso escolar en España duplica la media europea. En el peor de casos la escuela es más un agente deseducacional que educacional; en el "mejor" no es más que un campo de entrenamiento, una fábrica de futuros ciudadanos aletargados, de continuadores de una saga que necesitan los mismos actores para continuar el mismo argumento.

Si hay algo que necesita un sistema es el nutriente formativo, el molde para seguir creando clones. La historia es testigo de esto. Si queremos cambiar su curso tendremos que romper el molde y cambiar la mentalidad. Porque si inculcamos a nuestros hijos lo que hemos aprendido y lo que somos, si dejamos que aquellos que nos hicieron así sigan moldeando a la siguiente generación, les estaremos condenando a una vida con los renglones rectos, a una secuela inacabable. La mente del niño es una tabla rasa donde está todo por escribir. Si queremos que sean libres de verdad habrá que dejar el "corta y pega".

La individualidad, que no el individualismo, es la base de un ser, la materia prima que bien tratada hará que interaccione con el resto de manera efectiva. No estamos preparados para la uniformidad civilizada, no la que tenemos ahora, porque los individuos son sólo celdillas de una colmena deliberadamente caótica para escarnio de muchos y beneficio de pocos. Si cambiamos nosotros seremos capaces de inculcar eso en nuestra descendencia. Si no, será mejor avanzar varios pasos de una vez: las botas de siete leguas se llama genética.
Es verano, el calor aprieta y no voy a hablar de tecnología, religión o moral; no voy a ofrecer datos ni despotricar contra nada en concreto (bueno, eso igual sí). Me dejaré llevar de la languidez estival: escribiré sobre sensaciones y sentimientos, sobre pensamientos que me han rondado en estos días que he podido disfrutar de la inactividad más absoluta.

Portada del libro
Una tumbona, una sombrilla, un buen libro y una bebida alcohólica o no pero siempre fría es todo lo necesario para abrirte al mundo y salir del cascarón rutinario, huir de todo ruido que no sea el batir del agua sobre la roca. Me decidí en la biblioteca por el nihilista relato de Houellebecq 'Lanzarote' y por el lúcido ensayo sobre la inactividad y la buena vida 'Elogio de la pereza', de Tom Hodgkinson.


Portada del libro

La inactividad es perfectamente compatible con lo civilizado; es de hecho inherente a ello, complementario. Se defiende en este foro la eficacia y lo lógico: ¿acaso no son elementos que llevan a una mayor tiempo libre, a una continua conquista de mayor terreno propio?


Nos enseñan desde pequeños a no pararse, a seguir adelante, avanzar, mejorar, triunfar, conseguir objetivos. Los colegios y universidades son el campo de entrenamiento para lo que te ha de venir, lo que debes anhelar y por lo que debes luchar. Estamos tan adiestrados para ello que cuando perdemos alguna de esas variables nos venimos abajo, cuando en realidad una mente limpia de condicionantes lo vería como un alivio, una liberación.


Hay una escena de la película 'Up in the air' (la pusieron durante el viaje, qué casualidad) que resume perfectamente cómo vivimos y cómo nos han hecho: el protagonista, George Clooney, trabaja para una empresa a la que subcontratan para despedir a empleados. Uno de ellos le pregunta qué va a ser de él y qué le dirá a su familia. Clooney ve en su curriculum que el oficinista realizó de joven un curso de alta cocina, su pasión que ya perdió. Le anima a retomarlo y ver por tanto el despido como una oportunidad, un nuevo amanecer, volver a ser él mismo y hacer lo que le gusta en realidad y que ya había olvidado que le gustaba. Sin embargo la paradoja es que Clooney no lo dice por convencimiento, sino para consolarle y conseguir que firme el finiquito. De hecho él es como el desgraciado pero afortunado empleado y su vida gira en torno a su trabajo y su adicción a los aeropuertos. Curiosamente él se ve distinto a los demás, libre, sin apegos familiares ni mayores posesiones salvo sus veneradas tarjetas de fidelización de la compañía aérea. Ambos son iguales pero juegan en diferentes divisiones.



¿Qué queda de nosotros tras años de enseñanzas baldías, reprimendas absurdas, traumas adquiridos y obligaciones? Afortunadamente algo. Lo aletargan pero no lo eliminan y como en el caso del oficinista-cocinero de 'Up in the air' determinadas situaciones que te enseñan a que sean frustrantes y dramáticas pueden ser la salida del túnel y la recuperación de 'tu' vida.


Observaba a la gente en el hotel y no se veía ni se respiraba relax. El alojamiento ofrecía continuamente actividades para mantenerte ocupado y pendiente de un horario. Parecía tener éxito. No hay que parar ni en vacaciones. Basta con ir y estar, pero en realidad no disfrutan de la estancia, no se paran a contemplar de verdad el horizonte, las estrellas que nunca vemos por la contaminación lumínica. La venda que llevan todo el año sigue puesta incluso en estas situaciones, quizá porque les da miedo quitársela, como hay ciegos de nacimiento que les provoca pánico el poder ver porque no conciben ya el mundo sin sus condicionantes iniciales.


Aparentemente todo rezuma orden y civilización: trabajas x meses, descansas x días, compras x cosas, reaccionas debidamente con x situaciones socialmente establecidas. La vida se convierte en un recibidor iluminado y limpio, acogedor pero amueblado sin calidez, mientras que en tu desván interior va cogiendo polvo todo lo que te importa a tí pero que no importa a los demás ni quieren que te importe.


Reflexionaba de todo ello tumbado al sol, tranquilo, contemplando el horizonte, algo que debería ser norma y es excepción, lujo fácil pero al alcance parece de no tantos. Hay tecnología y capacidad para trabajar eficientemente en vez de 'estar' en una oficina en condiciones incompatibles con la vida y la dignidad o en reuniones absurdas incompatibles con el sentido común y tener la mayor parte del tiempo libre: libre para ser tú, para amar, reírte, llorar, recordar, contemplar, jugar, conocer, arriesgarte, vivir.


Nos educan y preparan para cumplir, para consumir y comprar lo que en realidad no queremos, para vivir de acuerdo a un plan general. La clase media ha sido la gran creación del sistema, la cuadratura del círculo donde los que dirigen viven como siempre lo han hecho y los demás creemos vivir mejor que nunca.


Tumbado bajo el sol pensaba en lo que podría ser y no es, en cómo podríamos ser y no somos, en lo que podríamos hacer y no hacemos. Quizá no haya solución y sólo quede seguir contemplando el horizonte y recolectando pequeños momentos, pequeñas perlas bajo la arena. Sin embargo tengo la sensación de que puedes hacerte a la mar, arribar a la isla del tesoro y desenterrar el cofre. Tenemos el mapa, siempre lo hemos tenido, pero nos falta la brújula.


Era mediodía, rehuí cualquier actividad propuesta por el monitor, tiré el folleto de actividades de la semana y me puse a escribir estas líneas: quizá sean cursis, pero a mí me gustan. No hice más en todo el día...


Desde la hamaca el azul perfecto del cielo
La paz de los sentidos
Sólo el pensamiento de los seres queridos
La dignidad de la ociosidad, pecado de nuestro tiempo
El rumor del oleaje es mi aliado
El anuncio de la dicha
El sonido de lo natural
La brisa acuna mis deseos
El sol calienta mis anhelos
Todo es paz, todo es calma
Éste es mi reino.
Son ya varias las semanas ausente del blog. Dos motivos han sido los culpables: la increíble ineptitud de un servicio técnico de ADSL de cuyo nombre no quiero acordarme y acontecimientos personales que han hecho mejorar mi vida pero distraerme de este foro. Es por ello que me apetece hablar del TEMA con mayúsculas: la felicidad. Ni que decir tiene que tiene relación con el motivo y temática de este blog, como lo tiene con la mayoría de motivos y temáticas, si es que queremos que tengan verdadero sentido. Lo civilizado tiene muchas características, muchos lados, muchos ángulos, pero necesariamente insertado en una esfera perfecta llamada felicidad. La felicidad no tiene por qué dar de por sí justicia, libertad, tranquilidad o eficiencia, pero sí que la justicia, la libertad, la tranquilidad o la eficiencia llevan o deben llevar inexorablemente a la felicidad.


Érase una vez un pequeño reino llamado Bután en pleno Himalaya, entre la India y China, de poco más de 2 millones de habitantes. A principios de los 70 el crecimiento económico de este país era muy lento. El rey decidió cambiar los criterios habituales (PIB, renta, tasa de empleo...) por otro llamado 'felicidad interior bruta'. Suena a cuento pero no lo es. Esta peculiar decisión ha dados sus frutos y hoy no es sólo uno de los países más felices según las estadísticas, sino uno de los que más crece, eso sí, con otros criterios. Se decretaron leyes tan desgraciadamente poco habituales como la protección total de sus bosques, limitar el número de turistas (el turismo, según ellos, reduce la felicidad) y una redistribución equitativa para erradicar la pobreza.


En las últimas décadas el mundo occidental ha experimentado un crecimiento y nivel de vida inimaginable para las generaciones anteriores. Sin embargo, los niveles de felicidad han ido descendiendo al mismo ritmo. No cabe duda de que para alcanzar la felicidad es imprescindible antes de nada cubrir las necesidades básicas (salud, alimento, techo y afecto) y a partir de ahí tener los medios y las oportunidades para realizarte como persona. Llegados aquí parece haber un límite y Richard Layard, economista británico especializado en la nueva rama 'economía de la felicidad' lo ha estudiado: según él, una vez que el salario medio de un país supera los 20.000 dólares, su incremento deja de hacer a la gente más feliz; bien al contrario, le lleva a una insatisfacción gradual, debido a las exigencias y condicionantes socio-económicos. Es decir, por decirlo más académicamente, hay un punto de inflexión en el que la riqueza tiene rendimientos decrecientes respecto a la felicidad que proporciona. Es la denominada 'paradoja Easterlin' o "ciclo hedónico".


Precisamente el nivel de desarrollo alcanzado y los problemas y crisis generados por ella ha hecho que cada vez más economistas, sociólogos, psicólogos del comportamiento y neurocientíficos hayan centrado sus esfuerzos en el estudio de la felicidad. Se encuentran con la paradoja de que el sistema competitivo que fomenta el capitalismo salvaje ha llevado a este nivel de vida pero también a esta insatisfacción. Y es que nos han enseñado a que, teniendo las necesidades básicas cubiertas, basemos nuestra satisfacción no a partir de nuestros logros personales sino por comparación con otros. Vivimos encerrados en una jaula donde cada barrote es una espectativa, necesidad o sacrificio exigido desde fuera. Esto hace que la búsqueda de la felicidad sea una quimera, puesto que la basamos en anhelos ajenos y no en propios.


El informe 'The Happy Planet Index 2.0' publicado en 2009 por la New Economics Foundation es el indicador más completo e independiente para medir los niveles de felicidad en el planeta. Basado en medidas de satisfacción subjetivas, esperanza de vida y ecología per cápita, elabora una lista de los países más felices. Es significativo observar, quizá también por causas climáticas, religiosas y de carácter, que los países caribeños, sudamericanos y parte de los del sudeste asiático copan las primeras posiciones. Los países más "ricos" en cambio no pasan en el mejor de los casos de la mitad de la lista.


En definitiva: ¿qué nos hace felices y por qué?, ¿cómo alcanzar la felicidad?. Son preguntas que nos hacemos o deberíamos hacernos a diario. Muchos enemigos de la felicidad individual, que los hay (políticos, parejas posesivas, jefes, sacerdotes, suegras o falsos códigos morales), basan sus argumentos en el "bien" común, en el avance grupal y en el mantenimiento de las estructuras económico-sociales. Siendo muy benévolos han podido tener razón hasta hace poco, pero es momento de dar la vuelta a la tortilla y alcanzar la felicidad general en base a la individual.

El escritor Fernando Savater dijo una vez que "el secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja, el problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos son complejos". Suscribo palabra por palabra, como también digo que depende de cada uno, porque, como también escribió Voltaire: "buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una".
La Semana Santa ha pasado y con ella cayó de nuevo en mis manos un libro que me marcó hace años: La torre de cristal. Hablemos de religión. Este libro de Robert Silverberg, uno de los maestros de la ciencia-ficción, es un ejemplo perfecto de la esencia religiosa en el individuo. Ambientada en el siglo XXIII, el protagonista es propietario de un inmenso conglomerado de empresas y actividades. Una de ellas es la fabricación de androides de diferentes niveles físicos y mentales. Es una época donde el hombre ha alcanzado un nivel de civilización I y los androides son los encargados de llevar a cabo casi todas las tareas. El hombre es ya dueño no sólo de su tiempo, sino de unos seres que son similares a los humanos salvo en el hecho de no ser concebidos de manera natural. Consecuencia: los androides han creado secretamente una religión en torno al hombre que los ha creado, con la esperanza de una salvación próxima, con la esperanza de ser considerados seres humanos libres.

Recientemente han aparecido estudios reveladores sobre la necesidad humana de creer en algo, de el por qué y para qué. El libro de Lionel Tiger y Michael McGuire, God´s Brain, es uno de ellos. Parece que, al igual que el amor, la religión no es más que una necesidad sustentada por un cóctel químico alojado en el cerebro. ¿Necesidad, autoengaño, locura, fanatismo? Lo cierto es que la historia de la humanidad ha estado marcada por dos hechos inseparables uno del otro: guerra y religión, poder. Han ido de la mano arrasando campos de batalla, ciudades, pueblos y conciencias. La guerra ha sido la posesión y la religión el control, en una simbiosis casi indestructible.


Los conflictos han ido disminuyendo al menos en intensidad, que no en número, pero la religión sigue ahí, en todos los órdenes sociales, en todas las mentes del planeta, en mayor o menor grado, incluso en ateos o agnósticos. ¿Será tan fuerte en el futuro? Por mucho que la humanidad logre avanzar hacia una civilización verdadera ¿la religión seguirá ahí de una manera u otra, como en el libro de Silverberg?


Si las teorías de Tiger y McGuire son ciertas, parece que no es descabellada esta idea. Es inherente a la naturaleza humana buscar respuestas más allá de la lógica y la razón. Incluso en el hipotético caso de que en el futuro las encontráramos, seguiríamos preguntándonos por qué y anidando la posibilidad de algo superior. Esta faceta puede ser más o menos reprochable, más o menos comprensible, como la de los humanoides de la novela que buscan en su creador la respuesta a unas plegarias y la gracia de su salvación. La diferencia es que su creador es de carne y hueso, palpable, humano, y sus pretensiones son absolutamente terrenales: una liberación de su esclavitud y un estatus similar al de los humanos en derechos. Nada nuevo bajo el sol.


Desgraciadamente, en nuestras sucesivas civilizaciones, y antes en los asentamientos primitivos y tribus, la religión ha sido un instrumento de poder y sometimiento, de cohesión social en interés de los más fuertes. El pueblo se aferraba a un sentimiento religioso como alivio y esperanza cuando se le había inculcado precisamente para lo contrario. La gran virguería: el foco de las injusticias y la guía para superarlas al mismo tiempo.


Las últimas investigaciones parecen explicar el por qué de esta ilógica, pero la química cerebral no puede ocultar la realidad que todos podemos ver: que la única religión para un ser libre y dotado de inteligencia debe ser la razón y la justicia. Los androides de La torre de cristal tenían la inteligencia pero no la libertad; nosotros no tenemos excusa, ni podemos hablar cara a cara con nuestro creador.


Si creamos el paraíso en la tierra no habrá necesidad de anhelarlo en otra vida. Si eliminamos el sufrimiento, la injusticia y la frustración a nuestro alrededor no habrá necesidad de mirar para arriba. Palabra de...
La civilización no sólo se construye con grandes cambios, de los que hemos hablado en anteriores post. (RUIDO) Las pequeñas cosas, que son grandes detalles, también contribuyen y son parte esencial de un sistema civilizado, de un verdadero nivel de vida.


El silencio es una de ellas. A más ruido, menos civilización. Muchos sostendrán que a más ruido, más progreso, pero el "mucho ruido y pocas nueces" no tiene fisuras argumentales. El hacer ruido, en su acepción literal y en su (RUIDO) acepción figurada no es sino un síntoma de ineficacia en lo práctico y de frustración en lo social.


Muchas estadísticas afirman que España es el segundo país más ruidoso del mundo tras Japón, aunque en el caso del país nipón me cuesta creerlo viendo la aséptica manera de realizar obras públicas por ejemplo.


Supongo que en parte es debido a las enormes y numerosas ciudades en extensión y habitantes que presenta Japón, más que a sus silenciosas costumbres.

En España el ruido es endémico, es una forma de vida
, de ser y de estar. Ya puedes huir al pueblo más tranquilo o vivir en el barrio más alejado de los ruidosos centros, que siempre te acompañarán unos gritos (RUIDO), una conversación subida de tono (sin necesidad de que estén discutiendo), un taladro, un perro ladrando (esto en Japón no pasa tanto...), una horrenda canción (nunca ponen a todo volumen a los clásicos o bien los más ruidosos tienen nulo gusto), o el ya entrañable coche esperando durante minutos no se qué o a no sé quien con el motor en marcha. Esto en las zonas más calmas; huelga enumerar una lista en las zonas cero.


Gran parte de la humanidad y la casi totalidad de los españoles necesitamos hacer ruido, consciente o inconscientemente, no se sabe muy bien por qué. Quizá, como casi todo, por hacerte notar (gritos), por aburrimiento o frustración (obras en casa), por falta de argumentos (discusiones a voces)...


(RUIDO)
. Es un factor que a todos nos parece de lo más molesto, pero también de lo más inevitable, como una segunda piel, como (RUIDO) una batalla perdida. Pero dice mucho del grado ínfimo de desarrollo que tenemos. Al convivir con él de continuo lo inoculas como un virus permanente y en ubicua manifestación.


El silencio debería ser uno de los derechos fundamentales
, pero es uno de los hechos por ahora inevitables. Inevitables porque así nos hemos acostumbrado y resignado, como tantas otras cosas. Como yo me resigno cada vez que, mientras escribo estas líneas, me interrumpe un fuerte ruido que estoy plasmando entre paréntesis como ejemplo de primera mano.


(RUIDO)
. Causa y consecuencia (RUIDO) de parte de nuestra poco civilizada forma de vida. Se dice que el silencio es enfrentarse a uno mismo. Y un proverbio hindú afirma que "cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio". Espero que estas palabras hayan hecho honor al dicho.


Y ahora, shhh...
Relacionemos dos conceptos que para mí, en unas circunstancias civilizadas que no hemos alcanzado, deberían ser uña y carne, una perfecta simbiosis: libertad y tecnología, tecnología y libertad. Sin embargo, estamos lejos de tal romance, muy al contrario, sin saberlo se están engañando mutuamente. Lo que debería ser ya una unión total es aún un continuo antagonismo.

En los últimos días he podido bucear en las procelosas aguas de la tecnología, que tanto defiendo en este blog; pero en la red y fuera de ella hay que saber buscar y separar el grano de la paja. En este caso parte de esa paja lo representan ferias tecnológicas como la de Las Vegas, por citar la más reciente. Al margen del omnipresente ipad, cada día salen a la luz nuevos cachivaches futuristas para mitigar nuestra sed de consumo. La tecnología de mercadillo, el márqueting atando en corto al chip, la prostitución del silicio. Nos fascinan los avances en lo más pequeño, lo último, pero no deja de ser un espejo más pulido, eso sí, de lo que es el ladrillo o las marcas fashion. Consumismo como antídoto a la frustración, como arma de comparación social, como señal de status.

Por otro lado, como hemos hablado en otras ocasiones, tenemos el concepto de libertad. Confundimos libertad con libre albedrío, al menos comparándolo con el sistema económico-social imperante. La libertad, como concepto puro, requiere de los menores aditamentos posibles, salvo que estos sean de tal magnitud que dé la vuelta al argumento lógico. Me explico: en ambos extremos, de los que poco necesitan o de los que mucho tienen, su grado de libertad sería alto; en medio se encontraía el falso equilibrio entre lo que se tiene y lo que se desea, bien por frustración, por envidia, por ambición o por mero deseo. Puede sonar muy filosófico, pero es la vida misma, parte del problema que estamos viviendo. Somos libres sí, pero en una especie de "libertad vigilada", o como el preso que tiene que ir cada noche a dormir a su celda, ¿me entendéis, no? Nadie nos impide no hacerlo, pero la estructura socio-laboral nos lleva a hacer mal uso de esa libertad, el uso que interesa y para el que nos han entrenado. Eso sí, nosotros solitos nos lo buscamos.


La tecnología, por tanto, debería ser el medio y no el fin. Construimos nuestro mundo con mimbres del pasado y les cubrimos de aleación tecnológica, pero no se sostiene, porque es artificioso, es débil. Debe ser la tecnología la que sea causa de nuestra libertad, porque nos proporcionen los nuevos mimbres que a la postre nos hagan más libres, libres de verdad y no la ilusoria libertad de consumista eternamente insatisfecho.

La crisis continua y continuamos repitiendo errores. Parémonos y frenemos la demanda en su más extenso significado. Seguimos sin comprender o sin querer reconocer que la libertad no nos hará libres mientras seamos estúpidos; bien al contrario, la libertad unida a la estupidez es una letal combinación que lleva a su contrario, a la esclavitud disfrazada de lucidez.

Por ahora sólo somos libres para pensar, porque la libertad que nos han dado es consecuencia de lo poco que hemos pensado. Libres para consumir: consumir palabras, consumir horas de trabajo improductivo, consumir "bienes", consumir horas, relaciones, anhelos no deseados, deseos no meditados...

Como dice Niño Becerra, catedrático de economía tan de moda en esta crisis que él predijo, lo único que se puede hacer es consumir sólo necesario, vivir con lo justo, empezar a construir un sistema económico basado en el valor añadido, en la innovación tecnológica de verdad, y no de bazar, añado. -Ni caso, lo que hay que hacer es seguir malusando la capacidad tecnológica ¿no?; así reflotaremos la economía de nuevo, pero ¿quién quiere reflotar a un titanic oxidado?-

Pero no nos alarmemos, bien al contrario: la mayoría que se creen libres porque consumen lo que quieren y se pueden permitir el último gadget verán el verdadero rostro de la libertad, el de una libertad basada en la equidad y el uso humano de la tecnología y no en la frustración social y el uso pueril de la misma.

Si queremos luchar por un verdadero grado de desarrollo social y tecnológico, uno de los pilares básicos es la relación tecnología-libertad. Pero para ello hay que sentar las bases para el buen uso de ambos factores, situarlos como se debe en la ecuación del bienestar.
Vivimos en una burbuja con ropajes de libertad, pero como el recién nacido, como el Neo de Mátrix, tras los primeros azotes y algunas lágrimas se muestra ante tí el mundo real aún sin conservantes ni colorantes. Puedes elegir la pastilla, no todo está perdido. La base de nuestro sistema democráctico se basa en decidir no decidir verdaderamente, en seguir detrás de los barrotes con las llaves puestas. Los logros parciales nos impiden ver el bosque del fin verdadero, mientras la falsa política y el puro poder financiero nos atrapa sin ofrecer apenas resistencia.


Casi sin darnos cuenta, la podredumbre va en aumento y nada parece hacernos reaccionar. Bien aleccionados y narcotizados, todos seguimos con nuestras rutinas y "disfrutando" de nuestra aparente libertad y democracia. Vamos a hablar precisamente de eso: de cómo en un sistema aparentemente democrático y en colaboración con los medios controlan nuestras vidas sin percatarnos o querernos percatar.

La democracia tiene muchas definiciones, pero en esencia es o debería de ser participación. En origen fué así, pero democracia y capitalismo salvaje no casan, salvo que una de ellas se prostituya para la otra. El modelo capitalista que actualmente se está agotando tal y como lo hemos conocido se ha exprimido bien gracias a un modelo tramposo donde la gente se ha creído representada y con capacidad de decidir, pero ¿decidir qué? ¿Al candidato más trepa y hábil, con un buen asesor de imagen y un gran aparato propagandístico? Eso no suena muy eficaz ni democrático, pero funciona, porque nuestra domesticación educativa y mediática está adaptada perfectamente al momento urna.

Un informe de la ONU de 2002, "La calidad de la democracia en el mundo", contabilizaba 82 democracias en el planeta, y hacía una defensa a ultranza del sistema como garante de los derechos humanos y el bienestar general, además de como muralla ante la pobreza, la violencia o el subdesarrollo.

Nos regocijamos por tales logros, pero sin pararnos a reflexionar en el origen: las guerras mundiales, el colonialismo, la dogmatización de pensamiento, la necesidad de una fuerte clase media que sustente el sistema económico liberal... Si hablamos de logros sociales, sea cual sea su causa, también Cuba o Venezuela, de los que hablaremos ahora, tienen sanidad y educación pública, por ejemplo (en el caso de Cuba a pesar del bloqueo).

En la web de la UNED se puede ver un interesante documental donde aborda el poder de las grandes empresas y corporaciones. El sistema creado especialmente tras la 2ª Guerra Mundial fué, más allá de teorías conspiratorias, un intachable escenario donde la aparente protagonista era la democracia y el actor secundario la economía, cuando en realidad ha sido al revés. Ante tal puesta en escena es difícil resistirte y no puedes por menos que tomar parte. El problema radica en que tal modelo se está agotando y la gente está empezando a dudar, como Neo, entre una pastilla u otra. Toda la buena voluntad que aparenta en el documental la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) es sólo, al menos por ahora, una utopía o una cortina de humo.

Podría parafrasear a Nietzsche y sustituir Dios por Democracia, pero no lo haré porque algo que no ha exisistido aún en realidad no puede morir. Tampoco exageraremos como Schopenhauer y diremos que "los hombres vulgares han inventado la vida en sociedad porque les es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismos" (me gustan las citas como sabéis porque en cuanto a palabras sabias hace tiempo que está todo dicho). Tiene parte de razón, pero al final este sistema ha hecho que empecemos a no soportarnos tampoco entre nosotros.


No soy sospechoso de tener debilidad por el populismo o ciertas formas de hacer política. Además, como insisto una y otra vez para que no se me olvide el motivo de este blog, intento quitarme toda influencia acumulada gracias a este sistema que tanta caña le doy, aunque tantas buenas cosas aparentemente nos ha dado. Buceando de hecho en tales páginas y usando como guía el libro de Pascual Serrano, te encuentras con datos muy reveladores y silenciados por los medios (aunque este punto manipulador lo dejaremos para otra ocasión; de hecho el libro va de eso).


Portada del libro

Nuestra idea de democracia, si es que tenemos alguna, se limita a acudir cada cuatro años a depositar la confianza en un candidato elegido a dedo o en un congreso extraordinario y que gracias a una engrasada maquinaria de márketing y una estudiada presencia mediática nos entra por los ojos, sin saber ni preocuparnos por saber quién es, qué ha hecho anteriormente y cuáles son sus cualidades más allá de las obvias (buena presencia, labia y sonrisa estudiada). Suena simplista, pero es así. Es más, se fomenta el bipartidismo para acrecentar esa sensación de fanatismo Madrid-Barça, uno u otro, blanco o negro, conmigo o contra mí. Es decir, fomentan nuestro poder de decisión restringiendo al máximo las opciones, que en realidad son dos caras de la misma moneda.

Lo fácil es decir que es mejor eso a que uno solo se autoproclame gobernante e imponga su ley. El consenso aquí no existe, sí, pero en la clase de democracia que tenemos tampoco. Es cuestión de matices, aunque sean varios muy gordos reunidos en una constitución. Mirad más allá. Resulta que en un país como Venezuela hay tantas elecciones y referédums como en un país etiquetado como democrático: 1998 nombrado presidente, 1999 se aprueba por referédum la constitución con una 71,9 % de apoyo, y así varios comicios hasta la actualidad. De hecho, resulta que es el segundo país con mayor satisfacción democráctica según el Latinobarómetro . Ver para creer.

¿Y Cuba? Pues un país donde no existen los partidos, no, pero porque cualquiera puede presentarse a los comicios. Un país donde está terminantemente prohibido cualquier forma de campaña, sí, porque no es necesario dinero alguno ni contar con apoyos, influencias o intereses privados.

Su imagen de pobreza persiste cuando según el Índice de Desarrollo Humano de la ONU ocupa el puesto 51, siendo el mejor situado de Centroamérica y Caribe (sólo superado por una Costa Rica que no sufre de ningún bloqueo económico, más bien al contrario).

¿Y qué pasa con los abusos de poder, los disidentes, el control mediático, la violencia? Por supuesto, como pasa en España, o en Francia, o en Dinamarca, o en EE.UU., o en Canadá... Sólo hay que preocuparse por echar un vistazo al informe de 2008 de Amnistía Internacional sobre los derechos humanos (concretamente en Europa). Claro hay que buscarlo o leer dónde buscarlo, porque en los medios diarios que nos tragamos no va a aparecer.

Otra curiosidad es cómo el concepto decreto-ley nos parece bien en España pero mal en Venezuela, siguiendo con la comparativa. Al final son leyes impuestas por un supuesto interés general. Eliminar el latifundio para repartir tierras entre los campesinos y crear cooperativas nos parece justo, creo, pero si digo que tales decretos los firmó Chávez ya no somos quizá tan objetivos (yo el primero a veces). Pues sí, 49 decretos nada menos en 2001 para erradicar tal injusticia social. En España, en cambio, aún hay nobles que encima se benefician de tributos basados en leyes feudales aún en vigor.

Así somos. El etnocentrismo nos lleva a ver las cosas distorsionadas e incluso entre países de similares características en teoría. Comparemos ahora a la hundida Venezuela con la próspera democracia colombiana:

Ambos países, como todos los del planeta, adquieren armamento, pero siempre es el país de Chávez el que aparece en los medios por este tema. Sin embargo, resulta que Venezuela es uno de los países latinoamericanos con menor gasto militar (1,6 del PIB), frente a los líderes, casualmente las democracias de Colombia (3,7 del PIB) y Chile (3,8). No digamos ya las estadísticas de muertes violentas, corrupción política (empezando por el presidente Uribe) o desigualdades sociales (ver Calvo Ospina).

La democracia suele ser sinónimo de crecimiento económico, pero aunque así sea ¿a qué precio? Normalmente muy alto y más en países en vías de desarrollo, ya que al intentar atraer inversión continuamente pierden ciertos derechos. Acaban fabricando sólo para exportar. Nosotros lo vemos bien porque así empezamos en su día, para ahora enorgullecernos de nuestros logros y calidad de vida. De cualquier forma, las estadísticas no mienten, y mientras que en Colombia aún viven 11 millones de personas en la indigencia, con un alto índice de analfabetismo (aún siendo uno de los países del mundo con más riquezas naturales y de materias primas), en Venezuela se ha pasado en diez años de un salario mínimo de 36 dólares a 238 en 2006; la tasa de paro pasó del 15,3 al 9,6 (vaya, la mitad que en España); fué declarada en 2005 por la UNESCO libre de analfabetismo técnico (menos del 1%) gracias a un plan educativo llamado Misión Robinson.

¿Por qué no se cuentan estos hechos basados en datos y no en situaciones ideológicas o intereses geoestratégicos? Todo se va tejiendo en una madeja que nosotros vamos sosteniendo. La URSS creaba dictaduras satélite y EE.UU. crea democracias artificiales como Colombia, ¿qué diferencia hay? La diferencia es que países como Colombia siguen bailando a su son y al del FMI. Organismo del que por cierto salió Venezuela (otros como Brasil o Argentina se lo están pensando), pasando de prestatario a prestamista de otros países en desarrollo, quitándole "cuota de mercado". Será por eso que ya este organismo apenas presta a América Latina.

Podríamos seguir desempolvando nuestra anquilosada capacidad de análisis, narcotizada por un orwelliano sistema donde todo está etiquetado y mesurado, donde no te dejan pensar porque te tienen ocupado full time. Hay más ejemplos en Asia e incluso África. La democracia no se crea ni se alcanza por consenso de los poderosos. La democracia se debe ganar y se debe ejercer. Para avanzar a veces hay que retroceder un paso para darte impulso. Pensadlo.

Se impone crear un modelo nuevo, participativo de verdad, justo y a la vez recto, eficaz, acorde al nivel tecnológico que se va alcanzando. Estos párrafos no significan posicionarse en nada salvo en el absolutismo de los hechos y de los datos y el relativismo de sus interpretaciones.