¿Quemar después de leer? Más CO2 no...

En las próximas décadas, si queremos dar el salto al siguiente grado de civilización, tendremos que cambiar radicalmente tres facetas:


- El modelo político-social.
- El modelo energético.
- El modelo biológico.


Jeremy Rifkin, economista y ensayista norteamericano, habla de estos modelos en dos de sus obras más destacadas y recomendables: La economía del hidrógeno y El siglo de la biotecnología. Mejor dicho, a través del segundo y tercer modelo, aborda también el primero, como no podría ser de otra manera, porque sin un cambio en el primero el resto es misión imposible.

El modelo energético



Portada del libro

El meollo del asunto está en que a mediados de este siglo el oro negro se agotará y a la gran mayoría de los inestables países que viven de papá petróleo se les acabará la paga y tendrán que emanciparse. Claro que también pueden darse a la mala vida y dárnosla a los demás. No obstante, ése es otro cantar.

Lo que nos ocupa aquí es: ¿qué energía deberá sustituir al petróleo? Ya tenemos muchas pretendientes, muy alternativas todas. La clave está en si lo serán no sólo en la acepción progre de la palabra o realmente alguna de ellas sería una aspirante real.

Es curioso, como menciona el autor, el concepto de descarbonización como clave y al mismo tiempo símbolo del verdadero cambio, no sólo energético sino ecológico, ya que está tan de moda el concepto. Porque para ecologista, el hidrógeno. Y es que a lo largo de la historia se han ido restando átomos de carbono al tema: primero fué la madera (10 de carbono frente a 1 de hidrógeno) y el carbón (2 a 1). Luego al menos se invirtió la tendencia: el petróleo (1 de carbono frente a 2 de hidrógeno) y el gas natural (1 a 4). No vamos mal. Cada vez se emite menos CO2 ¿no? Sí en teoría, pero en la práctica, mientras esté presente y con las crecientes necesidades energéticas, tanto da una u otra.

En cambio el hidrógeno está "limpio", es ligero y eficiente, la energía perfecta. Entonces ¿a qué esperamos? Pues a agotar lo que hay y ver cómo, cuando sea inevitable, sacarle toda la tajada económica posible a lo que venga. Pero resulta que el hidrógeno es una energía hecha para la revolución, la igualdad, la libertad. No necesita de una infraestructura centralizada y mastodóntica como el petróleo o el gas, sino que se podría usar de manera libre e individual, la definitiva solución a tantos problemas no sólo ambientales, sino sociales y geopolíticos. Demasiado bonito, sí, intentarán chafarlo.

El modelo biológico

Portada del libro

La revolución genética, para entendernos. Engloba de todo: medicina, biología, biomecánica, salud preventiva, mejora de la especie... La lista sería interminable, pero aún así, las absurdas leyes y los intereses corporativos intentarán que todo siga igual, por muchos avances que se puedan aplicar. El problema es que defensores y detractores van de la mano: los unos porque lo apoyarán siempre que se lleven su tajada y signifique un negocio lucrativo; los otros porque se oponen a todo lo que suponga un avance. La referencia que hace Rifkin en su libro, tomando un escrito del eugenista Julian Huxley a principios del siglo XX, es suficientemente elocuente (pág. 219):

"Está claro que, para cualquier avance significativo (...), no podemos depender de las mejoras que ante los síntomas políticos y sociales vayamos haciendo azarosamente o de parches ad hoc en la maquinaria política mundial, o ni siquiera de las mejoras educativas, sino que debemos basarnos cada vez más en aumentar el nivel genético de las capacidades intelectuales y prácticas del hombre."

Se puede aplicar, como véis, a la actualidad. El sentido común no sabe de épocas. El viejo discurso de ir contra la naturaleza y la evolución no tiene sentido, ya que es la propia evolución la que nos ha llevado a este punto, poseer un cerebro capaz de descubrir y manipular la esencia de la vida y seguir evolucionando. Si es malo ser más longevos, vencer toda enfermedad, crear seres más capaces y felices, entonces volvamos a las cavernas ¿no?

No es utópico. Es ya una realidad tangible, con una tecnología disponible. Vale, hoy por hoy es una utopía pero no por ser algo irrealizable, sino porque falta el primer punto, el modelo político-social, porque lo uno no quiere y lo otro no sabe o no puede. Rifkin da las claves para que ambas revoluciones sean realidades en unas pocas décadas, pero bajo un marco radicalmente distinto, bajo una estructura de poder y social diametralmente opuesta, bajo unas mentalidades absolutamente nuevas.

Si no creemos que es posible y hacemos porque lo sea, dará igual como hasta ahora bajo qué régimen energético estemos o qué capacidades científicas tengamos, porque si sigue todo igual, si siguen los mismos, el resultado será siempre el mismo: abuso corporativo, control de mercado, injusticia, freno al verdadero desarrollo. Porque el verdadero desarrollo empieza por uno mismo, por lo que anhela y le gustaría luchar, por lo que merece la pena; porque así es como llegaría arriba, y su sapiencia de decisión sería el reflejo de la sapiencia de acción de los primeros. Si no, los magníficos ensayos como los de Jeremy Rifkin serán sólo más papel utópico a la espera de que la estupidez y canalla imperante lo queme.

1 comentarios:

togodumno dijo...

Nicola Tesla trabajó en un sistema para ofrecer gratuitamente electricidad a todo el mundo, mediante sus famosas bobinas. Le amenazaron, le sabotearon, le negaron financiación, le putearon todo lo que pudieron. ¿Gratis? Pero ¿qué iba a ser del capitalismo si empezamos a repartirlo todo gratis por ahí? Pues eso. Que con el hidrógeno va a ser igual.
Primero, la revolución genética. Luego, todo lo demás. Porque con estos asnos no vamos a parte alguna.